Él, la miró tímidamente, sonriendo, mientras imaginaba el resto de su vida junto a esos enormes ojos verdemar. La muchacha, le devolvió la sonrisa en un suspiro, y el tiempo, se deshizo entre los dos. Todo se detuvo en ese instante exactamente, en ese preciso lugar, en una efímera fracción de eternidad donde el universo solo existía para ellos.
Después, una voz metálica surgió de la nada, haciendo añicos aquel mágico universo. La megafonía de la estación estaba anunciando la llegada del tren; aquel maldito tren. La muchacha tomó su camino, mientras el joven hacía todo lo posible por seguir respirando entre los escombros que su ilusorio universo había olvidado.
La chica, miró por la ventana por última vez la figura de aquel muchacho al que ya soñaba con volver a ver de nuevo. Él, maldiciendo su cobardía, todavía pudo contemplar en la lejanía los brillantes ojos de la chica a través de los cristales de aquel maldito titán metálico.
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