En la noche temprana
una luz mortecina,
danzarina y lejana,
asciende la colina
entonando una nana.
Bajo estrellas espera
las doce en la campana.
Y cuando rebervera
el tañer de la anciana,
cubre su calavera.
Se adentra, brillo azul,
a las profundidades
de un bosque de abedul.
Dos negras oquedades
bajo un velo de tul.
Ignea resplandeciente
aguardaba paciente
a las almas en fila.
Un cienpiés que titila
en procesión silente.
Caminante colmena,
bañada en luna llena,
cose el norte de España.
Se sumó un alma en pena
a la Santa Compaña.
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