Me enamoro
de los abriles
abriendo mis primaveras,
la tristeza dulce,
y la canción del poeta,
y se derraman ecos
sobre mi espalda,
versos recorriendo
el renacimiento
de mi puesta de sol,
y me paro, estacionada
en un nodo sin pestañas,
mirando la piedra triste
sin memoria,
tan llena de espacios tristes
y tiembla con las caricias
del follaje sin cadenas
asaltando mi mirada.
Mis caderas
abren la ansiedad
de mi corola,
y yo, me destapo sin pudor
cruzando mis piernas,
que insisten una y otra vez,
en bailar
como una mariposa rara,
me lleno hasta rebosar
de tus caricias suaves, ligeras,
y me desnudo
corola abajo,
y me siento
sandalias
de tu camino.