Amar a un caparazón no es fácil.
Está cosido con la supuración de las heridas y anclado en las cicatrices que encajan unas con otras cómo piezas.
Piezas de un metal resistente a los cuatro elementos y casi impenetrable.
Casi, porque sin quererlo pudiste derribarlo sin esfuerzo.
Esfuerzo del que todos huyen cuando atisban el muro que me recubre los pensamientos.
Pensamientos que nadie quiere escuchar para no tener que cargar con ellos.
Que con ellos sólo cargo yo y a veces ni yo misma los entiendo.
Entiendo que te hayas marchado y no hayas querido seguir escarbando dentro.
Dentro, dónde hay un caparazón difícil de querer, difícil de amar, difícil de mantener abierto...
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