Apenas recuerdo tu desnudez,
te volviste a mí entre el claro de luna y las sombras de mi noche,
el cristal de la ventana estaba roto,
alguna vez presentí la respiración del viento
como una sonrisa del olvido,
pero te volviste a mi
y en tus pechos regresaban los días del otoño,
miles de días y millones de segundos oliendo a mis manos
y tu mirada era joven,
con esa habilidad para mentir a la vida y a los deseos.
Apenas recuerdo tu desnudez
porque te volviste a mí y mis abrazos murieron,
lo hicieron enterrados en siglos de bocados y caricias
y la noche eran ciruelas ácidas
y el olor del mar entre las uñas
y cuando busqué tus labios
todo nos recordaba a mañanas de café de invierno,
cuando en la piel hacíamos rizos de espera
para seguir peleando en todas las batallas.
Apenas recuerdo tu desnudez
pero te volviste a mí
entre el claro de luna y la sombra de mi noche
y sonreímos como sólo sabe hacerlo la tristeza,
negándonos su evidencia,
haciéndonos creer felices,
muriendo, como siempre, entre bocados de miel
y sin abrazos de amargura.
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