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A mí que se me da manejar con altísimo honor la piel de las uvas
y temblando te recojo en toda mi boca con tus manos blanquecinas
Te deseo en la calle después de la llovizna por donde anidan los tréboles
te deseo en todo aquello que gime y que explota como en la noche de color
Te miro por donde sale el sol austral y calienta a unos cuantos besos en tu boca
te miro como quién recoge algodón en tu espalda y anida en ella
Te deseo como esa luz que palpita tras las gladiolas
y se evoca y se junta todo viento y mar en una sola hebra de tu pelo
tu cuerpo como ceniza palpitante, domador de llamas pequeñísimas
mi yo humedecido hasta el alma y te llama y me llama a abrirnos a la sed
El cuerpo encendido como la danza de la lluvia apagando un incendio
voy buscando el testigo de la arena y el domador de unas cuantas cortezas
y mi llave que se caldea a tu forma y figura perenne
va buscando el lugar de la memoria que conduce a tu puerta
Majestuosa es la alta montaña que conduce a tu pecho
y mi alto mar que se embulle y se esconde se riega todo todo en tu cuello
altísimo el fuego y en el cielo se cruzan besos de un jardín
nuestros cuerpos alabados se riegan en las oraciones de una iglesia feliz.
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