Desde lo alto de la ladera
se divisan las casas,
el arroyo, la iglesia,
sus calles y la plaza.
Desde allí, la fría escarcha,
el renacer de las flores,
el bochorno del verano,
el mudar las hojas sus colores.
Desde allí, el paisaje en calma
te descifra en migajas los recuerdos,
te transporta los sonidos del agua
y te lleva por el mundo de los sueños.
Desde allí, el dolor, enmudece,
se disuelven los problemas,
se arrinconan las tristezas
y el espíritu se fortalece.
©Pacodecáceres
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Y siguen siendo muy bonitos, amigo...
Buen domingo, Paco.