Cuando llegue el ayer,
entonces sabré enfrentarme
a los silencios,
a las huellas en la arena.
Despacio; envuelto en olores,
escuchando trenes vacíos,
con gramos de lluvia en estas
manos ajadas.
No desearé la muerte del sol.
No cambiaré la vida por
perdón.
No comprenderé a los
orgullosos poetas del amor.
Heredé un vientre hipotecado,
una soledad escueta y dañina,
un mar seco y lejano.
Dormiré después de una nana
fingida.
Despertaré entre cebollas y
dulces enamorados.
JulioElpuente
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