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Mirada abajo

...

Se partía el día con la luz tenue de un arcoíris
y la calle ya se desnudaba irritantemente azul.

Mirada abajo
¡Cuántos vientos sienten pasar el tiempo!

Yo, quieto, abrumado por las ideas de la soledad
caminaba, el rocío germinaba, aleteaba.
Tenía la posesión y la posición del sueño:
estaba anclado a las antorchas y miradas del día.

Pasaba gritando y muriendo de frío junto a la carretera
y a los muros.
Mi cuerpo estaba enraizado en el banco. Me sentí.
Qué fácil es omitir esa pasión de las dos lunas.

Mi soledad tiene gestos de ser admitida en todas las escuelas.

Me detuve en seco entre la hierba mojada.
La vida me ha llegado a los labios. El día se sacudió.
Musitaron las campanas alrededor y en mis oídos tristes
se enunciaba la veta del amor.

Un mirlo tremendamente blanco salió a mi encuentro,
desenredó sus alas y me ofreció un dolor de piedra.
Amando amando le ofrecí unas migajas de piel y ámbar.

¡Qué contenta es la piel en los cantos fúnebres del amor!

Mi alma ardiente está fuera de lo que existe y lo que pre existe,
la tarde se va extinguiendo como los pasos de un último suspiro.

A mí concluye todo:
los ojos de nieve,
el cuerpo de las ciruelas
la fruta en el tiempo y las señoras eléctricas.

A mí, que me pesa más el amor que el olvido.

Me parece tan extraño la fiesta de las flores ahora
y el rumor de una silla quebrándose en mita del día.

Ahora todo tiene forma aniquilada, casi perenne, casi triste.
Ahora que nazco en una tumba veo mi cuerpo lejos lejos
Emergí de toda lucha y de todo contexto,
mi amor jamás está de luto.

Los pájaros del parque han establecido mis residencias
muy allá del mundo, muy allá de las mitades de las almas.


¡Ay si pudiera ver nacer a las amapolas!

etiquetas: romántico, lírico
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