EN el silencio de la madrugada
está tendida
tu ideal hermosura;
tu desnudez
es hábito, ventura,
en mi humilde
senda enamorada.
Halla el norte
mi alma extraviada
en la gloriosa tierra
de tu cintura,
en el puerto de tu pecho la atadura
y el sueño
que calma
mi mirada.
Qué atractiva estás, al amanecer,
entre el despertar y el desayuno.
No hay
nada más dulce,
a mi parecer,
para hombre como yo,
y soy
ninguno,
que tanto amor le amanezca a uno,
con la primera de tus palabras,
mujer.
[Abel Santos]
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