Aquí, al borde del risco
desnuda de mí,
le espero con la fe
que rescata mis espaldas
de sus frías
y ásperas manos;
aquellas que clavará en mis costillas
cuando su voz
sea el grillete
encarnado en mis tobillos...
Cuando mis deseos
en precedente exaltados
mil y un veces
víctimas de su portento,
desfallezcan
dulcemente desvanecidos
y no logren sobrevivir
a los rastros
apenas calcificados
de fortaleza
que queden
bajo las carnes roídas
de sus sueños...
No sé si él
o si fui yo
la que me desollé de dignidad
y me lancé a la hoguera;
a ese fuego
consumidor y lacerante
dueño de mi ignominia,
dueño de un cuerpo
títere de sus oráculos
donde me cortaban ardientes
sus navajas
en las profundas brumas
y caían los rocíos
a las laderas del desperdicio.
Me amó
jamás amándome
porque bajo el altar
de mi verdad inicua
vivía su mentira
virginal, obscena...
recatadamente osada,
al tiempo
que la noble paloma
de mis certezas
fornicaba con sus engaños.
No sé si fue él
o si fui yo,
la que me despojé
de las prendas
que nunca pidió
pero arrancó de mí
con el iris
escrupuloso y mojigato
de sus concupiscencias;
a la luz infame
de su entrega
me reclamó tan suya
que al espejo se habla
y aún me escucha,
astillada y sumisa.
Recorrió mis muros.
Consumió mi savia
y nutrió sus raíces
de surcos míos que no conocerá
ni en mil años
pero hablará de mí al universo
como si copulácemos
desde la mismísima
fundación de la Tierra.
Me amará
en cada gota de su libido
prisionero de mis labios
sin haberme besado nunca;
limosnero de su desesperación
sin siquiera alcanzar
el estruendo de mi garganta
porque en el lecho
de sus omisiones
me engendró
con la reina fatua
de sus promesas.
Ahí, al borde del risco
desnuda de mí,
con la fe
que soltó mis espaldas
antes de dejarme caer,
exclamaré a la nada
que su estéril anhelo
caerá conmigo
para perecer en sus silencios...
Que sin mí
se volverán polvo de falsedad
las palmas de sus manos,
sus frías y ásperas manos;
irracionales amantes
de mi oblación que él atiza,
porque no me rescatarán
ni su verdad
ni su mentira
y sin que me nombre
moriré viva
morando en sus melancolías.
No habrá noche
que su memoria
no le haga
el esclavo trémulo
del fantasma de mi tacto
y de la voz donde me ocultó.
Entonces
en la oscuridad falaz de su furor,
pronunciándome
en un sordo grito,
ya sin mí...
de verdad,
¡de verdad que me amará!
Yamel Murillo
Antología de una pasión.
El Diario de Paloma©
D.R. 2015
etiquetas: lírico, verso libre, amor, desengaño, abandono 267 lecturas versolibre karma: 105
Un verdadero placer contar con tu visita por mi pequeño jardín
Maravilloso! Que me ha encantado.
Bravo ! Bravo Yamel!
Abrazos!
No habrá noche
que su memoria
no le haga
el esclavo trémulo
del fantasma de mi tacto
y de la voz donde me ocultó.
Precioso. Un saludo.
Abrazos