Te encanta el Jazmín de noche,
me lo dijiste cuando nos conocimos caminando.
Su redondez magenta, rugosa y herbal
se quedó en nosotros y entre nosotros, en tu piel, contigo y en mí.

Se convirtió en la representación vibrante de nuestro amor.
Pero también habitan entre nosotros el dolor cotidiano y
la alegría repentina de un día cualquiera que a veces huele a vinagre.
Efluvios incómodos de frutas que se vuelven vino en el aire.
Dulces momentos de avidez que embriagan.

Tu silencio llena la morada de un aroma denso, pesado, viscoso y sólido.
Pero me atrapas porque en ese silencio hay un cortísimo derroche, una vorágine inicial.
A veces tu presencia me incomoda, la siento punzante, dulce y amarga,
prefiero no verte, contaminas como el olor turbio y turbado. Todo es largo aburrimiento.

Otros días yo soy artificio químico, falso, perfume barato, derivado elástico,
caja de zapatos, zapatos, banal, olvidable e innecesario.
Pero volvemos siempre a recordar ese olor del Jazmín de Noche
que nos huele y nos sabe a pueblo, a carrusel y a carnaval,
que aunque indigeste y congestione, habitará para siempre contigo y en mí.