Ciudad que se abre
como un verano de la infancia.
Ojos sin retorno acostumbrándose a la luz,
piernas de infinitos pasos hacia delante.
Cruce de caminos en el metro,
pasarela de extraños,
compañeros de viaje
y de bostezo.
Unidos por la ferviente rutina
de la prisa.
Ciudad que se abre, como un cuerpo
reviviendo el amor en el arte,
Como un extranjero que aterriza
cualquier mañana de domingo.
Y después…
el vuelo de miradas azules
tras los ventanales
de los edificios de mi barrio
A falta de mar:
bendito sea el cielo
de esta ciudad.
etiquetas: ciudad, poema, rutina 40 lecturas versolibre karma: 33