Y mirando por instantes
por momentos, por días
y noches, el cielo y su inmensidad
el muchacho, más de ella
se embriagaba.
De ella se impregnaba.
Impregnaba su alma
de su perfume inocuo,
eternamente dulce.
Que le mantenía respirando
el inspiro de los demás,
de los que fueron más, aquí no serán.
Que uno fue y es en él
desde el todo del ser.
Él ama y amará.
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