No se por que costado se me coló la bruma.
En un movimiento falso.
Se introdujo en mis costillas.
Ahí duerme, con toda su penumbra.
Despierta,
a ese llanto constante
de aquella niña fuerte
que, de repente,
ya no fue niña,
ni fuerte.
Ahí anda, buscando la salida.
Mientras tanto,
el viento frío,
penetra.
Humedad sin alivio,
no deja salir al invierno.
Sopla y corre a sus anchas.
Entre nervios
—sin acero—
músculos
y células.
De abajo hacia arriba,
viceversa y vuelta.
Sin tiento.
Arrasa.
Sentimiento.
Para cuando mi corazón quiso darse cuenta,
ya no encontró norte al que asirse.
Triste.
¡Fue de repente!
El gesto se me quedó puesto.
A veces, se disfraza de risa,
o de vino.
Vino.
Sí,
se coló,
arrasó
y ahora no quiere erguirse.
Quizá,
mañana
pruebe a asomarme.
Quizá,
hasta
me de por abrir
una ventana
y dejar
que salga.
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