Ahora ya lo veo, y siento como agonizan cientos de miocitos, de impotencia, alrededor del haz de His muriendo en la red de Purkinje, en cada una de las paredes de mi corazón.
Ahora me doy cuenta de que en cada sístole, siempre pude decirte, confesarte, gritarte y callarte con todos y cada uno de tantos miedos escamados y temores despojados de raciocinio alguno que corrían, sin permiso, a través de cada una de mis vertebras llegando incluso a hasta mi Atlas, cada vez que mirabas de esa forma.
No habría tenido sentido de no haber sido así.
Sin embargo, no tuve el sentido de darme cuenta de que era yo el que restaba, que nunca supe valorar cuando era hora de soltar todas las miserias, que quisiera o no, al final hacían por hacerme pensar que no valía la pena seguir.
Y el tiempo se me escapó, al igual que a quién padece Alzheimer, o más bien lo dejé escapar al mismo tiempo que abría los ojos.
Y ahora que los he vuelto a cerrar, no es más que porque se que es algo que, jamás podré arreglar de ninguna estúpida forma, pues si aún no lo he hecho, no lo haré nunca.
Es un sin sentido, lo fue, elegir estar así.
Mintiéndome día a día, a la cara, casi sin darme cuenta, por tal de no reconocer que si lo dejé.
Fue por miedo a que fuera real.
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