Amanece
y en el cielo, titilante,
el sol brilla
despertando tan radiante,
escuchando
el sonido susurrante,
de las notas
de una música sedante.
De ese taxi,
descendiendo deslumbrante,
aparece
una mujer delirante.
Se ha vestido,
enjoyada y elegante,
y ha ocultado,
con las gafas su semblante.
Está sola,
y solo es su acompañante,
una calle,
de una ciudad excitante.
Yo la observo,
deseoso y anhelante,
esperando,
de cruzarnos, el instante.
Me sonríe,
es más dulce que insinuante,
y la miro,
con el iris penetrante.
Es momento,
de mostrarme muy galante,
y responda,
con lisonja semejante.
Ni distante,
ni orgullosa, ni arrogante,
porque tengo,
el corazón palpitante,
y el deseo,
de una pasión crepitante,
trepidante,
como perlas chispeantes.
Solo pido
bajo ese cielo brillante,
su sonrisa,
y tenerla como amante.
Y ya quedo,
desayunando oscilante,
en la cama...
con mi musa y sus diamantes.
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