Había sido una mal día en las carreras clandestinas en el ejido de San Luis, perdí todo el dinero de la raya y tuve que regresar caminando a casa, más de tres horas de camino por terracería, había ganado las primeras tres carreras, pero la carrera fuerte por la que yo había ido a apostar la perdí y ahí aposté todo lo que traía, estaba muy seguro que ganaría, pero desafortunadamente no era mi día así son las carreras nada es seguro.
A las ocho de la noche salí de ese lugar a pie, atravesé todo el trayecto y los que pasaban en sus camionetas, ni me volteaban a ver, nadie me dio un aventón, es un sitio muy peligroso y pocos se arriesgan a subir a un mugroso que se encuentren en ese camino empedrado, iban a dar las once de la noche, cuando pasé por donde la casa de Carmelita, ella era una mujer exquisita, casada con un tipo soberbio, de los pocos adinerados que quedaban en el pueblo, ya que los secuestros y los vicios habían acabado con muchos ricos, a él lo acababa de ver en las carreras jugando los miles de pesos y tomando buen whisky, mala combinación por cierto, el alcohol y el juego no se llevan, bueno creo que el problema es el acohol, que no se lleva con nada.
Ella estaba fuera de su casa como esperando al ausente marido, fue muy extraño verla, a esas horas de la noche ya nadie asoma las narices y menos una mujer casada, cuando pasé por ahí le dije buenas noches y seguí mi camino, ella me dijo:
- ¡Adrián!, disculpa, ¿No viste a José Luis, en las carreras?
Era extraño que no hubiera llegado aún a casa, le dije:
-Sí, me pareció verlo, no ha de demorar.
Yo era un tipo muy conocido en los alrededores por mi fama de jugador, de buen perdedor y de muy poco ganador.
- Fijate que no ha regresado y ya me preocupó, podrías ayudarme en algo- Me dijo ella.
- Sí, faltaba más, dime ¿En qué puedo servirte?- Le dije.
- Pues mira, abajo de la cama se metió un alacrán, y yo le temo a esos bichos, no sé, si podrías matarlo- Me contesto.
- Híjole Carmita, (así le decía yo de siempre) yo con gusto pero si llega tu hombre, no le va a parecer nadita- Le dije, tratando de persuadirla a que esperara a su esposo.
-¡No pasa nada Adrián!, solo matarás un bicho o apoco te tiemblan las patas, hasta para matar un alacrán- Me dijo retadoramente.
- No Carmita, tu me conoces y a mí no me tiembla el pulso, ni para matar a un cristiano- Le dije aceptando el reto.
Carmelita siempre fue una mujer muy guapa y con una curvas muy protuberantes, que de adolescentes le había dado sus muy buenas arrinconadas, pero también siempre fue muy presumida y yo solo le gustaba para pasar el rato, jamas quiso más y desde esos tiempos ya andaba buscando un buen partido, que la ayudara a seguir aparentando que era una mujer de dinero.
Lo pensé un poco pues el fulano podía llegar en cualquier momento, en su camioneta del año, del ejido de San Luis a su casa no era ni media hora, no le tenía miedo pero no quería problemas.
Entré a su recamara y medio busqué al alacrán cuando volteé la mirada, Carmelita estaba insinuante deseando que me acercara.
Yo estaba muy sudado de la caminada y muy sucio y empolvado, pero si a ella no le había importado, a mí menos, Fui hasta donde ella, le levanté la faldita que traía, le hice a un lado la pequeña braga blanca, me bajé los pantalones y la embestí con fuerza, fueron escasos diez minutos de salvajes penetraciones, hasta que sentí como se desvanecía, sintiendo un placentero orgasmo, entonces yo también terminé llenándole las entrañas de semen.
Ella se veía muy gustosa, yo me separé me acomodé mi ropa y me dispuse a salir, antes de ser sorprendido, ella se me acercó y me dio tres billetes de doscientos pesos, me dijo:
- No te pago por el sexo, si no por matar el alacran- Con una risa burlona.
- Yo no cobro los favores y mucho menos el sexo, pero ya que eres rica y que yo estoy tan jodido, lo tomaré como prestamo- Le contesté un poco avergonzado, pero no me importó.
Le agarré los seiscientos pesos y me desvíe del camino, ya no llegué a mi casa, preferí ir a probar suerte a los albures en la cantina de don Jacinto.
Me dirigí hacia allá y al acercarme miré la camioneta de José Luis, parqueada afuera de la cantina, Chely como le decían todos, nunca me pudo ver, de chamacos peleamos por un juego de trompo, donde le despedacé el suyo, y terminé agarrandolo a golpes cuando él intentó pegarme.
Después cuando Carmelita y yo teníamos nuestros amoríos, el se entrometió y pues con el dinero de sus padres pudo comprarla, Carmita siempre fue interesada y yo un pobre diablo.
Entré a la cantina y como si se imaginara que había estado con su mujer me miró fulminante, la verdad yo no le hice caso y me dispuse a jugar.
Tenía intención de jugar seis albures, de cien pesos cada uno y de este modo obtener un poco mas de dinero, con ganar mas de tres albures, pero cuando me arrimé a la mesa, vi que el albur a jugar era el caballo de copas contra el dos de bastos, en mi vida de jugador el dos de bastos muy pocas veces lo perdí, sentí que era la oportunidad de irme arriba en un solo albur, aposté los seiscientos pesos al dos y vi correr las cartas.
José Luis no dejaba de mirarme, estaba abrazando a una mujer de la cantina y tenía otra sentada en sus piernas, a las dos más caras de ese lugar, yo nunca jalaba mujeres, eran muy caras y mi dinero muy poco, prefería apostarlo que perderlo sin oportunidad de nada con una mujer de esas.
Siguieron saliendo cartas, hasta que llega primero el caballo, me dolió, más que perder el dinero, perder con el dos de bastos, pues significaba para mí, que me estaba traicionando ese buen amigo el dos.
Nuevamente quede sin un peso, me di la vuelta y caminé a la salida, en eso escuché un grito en tono burlón.
- Mugroso, ¿Ya no tienes dinero verdad?, yo te doy unos pesos, por que me limpies las botas, jajaja- Era José Luis dirigiéndose a mí.
Yo solo volteé lo miré y seguí mi camino, entonces el continuó:
- Ey mugroso, ¡Adrian! ¿Qué no escuchas que te hablo? Te doy mil pesos, por que vengas a mi mesa a que estas hembras te orinen la cara.
Yo ya muy enojado no pude aguantar la ofensa y entonces le contesté.
- No es mala idea, ya tu mujer me orinó la bragueta y me dio seiscientos pesos de tu dinero, que más da, si esas dos pirujas me orinan la cara por mil pesos, para apostarlos ahorita.
Se puso de mil colores, se levantó de la mesa y de la faja del pantalon, saco su escuadra dispuesto a dispararme, yo no me le amedrente, lo que tenía de arruinado lo tenía de valor, me le acerqué poco a poco y le dije muy en serio.
- No tienes huevos ni para satisfacer a tu vieja, menos para dispararle a un hombre.
Él se sintió muy dolido, pero no pudo hacer nada, bajo el arma y con los ojos llorosos solo se me quedo viendo, yo me di la media vuelta y volví a caminar hacia la salida, en eso escuché un disparo, el desgraciado de Chely me había disparado por la espalda, como todo un cobarde, por suerte solo me dio en el hombro, me volví a regresar el no sabía ni que hacer, era un perfecto cobarde, yo me acercaba más, desenvaine un machete de un borracho que estaba dormido en una de las mesas, y le dije a José Luis:
- ¿Así te vas a quedar, mirando como te mato?-
Él estaba mudo, solo me miraba con sus ojos lloriqueando, yo ya estaba enfurecido y no pude contenerme, le acerté un machetazo diretamente en la frente, vi como se desplomó, otra vez me di la vuelta y salí a paso lento.
Llegué a casa de Carmita y le dije:
-Acabo de hacerte viuda, ayúdame a escaparme, me peleé con tu marido y tuve que matarlo, él me disparó primero.
Ella se quedo inmóvil no sabía ni que decir, entonces yo continué:
- Prestame para largarme que yo un día te he de pagar-
Ella corrió a su cuarto y regresó con dinero, siempre estuvo enamorada de mí, y yo la había librado de su comprador.
Me dió un buen dinero y me escapé hacia la capital, aquí sigo, esperando un buen momento para poder regresar, Carmita viene a veces a visitarme hasta acá, yo le sé dar buen cariño pero yo no quiero más.
Soy un hombre solitario que prefiere apostar su dinero que invertilo en alguna mala mujer.
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