Y justo, en el momento
en que el silencio del olvido,
anegue mis ojos y aniquile mi garganta…
¡podrás escuchar!
el desolador aullido de mi sangre,
manando a borbotones, de mi razón.
Y justo, en el momento
en que la densa bruma,
inunde mi pecho y apague mi conciencia…
¡podrás entrever!
la llama blanquecina de mi armazón;
dejando al aire, mi abrumadora soledad.
Y nada podrá borrar,
las exquisitas mieles que mi boca deseosa,
buscaba en tu boca generosa.
Y nada podrá diluir,
el inquieto aleteo que en mis entrañas
provocaba la sutil caricia
de tus manos ardientes.
Y ahora,
justo en el momento de la lenta
y desoladora despedida…
se calla mi garganta,
se ciegan mis ojos
y se secan mis entrañas.
98 lecturas versolibre karma: 89