Escribo.
Pienso en otros
pero no en ti,
sobre los cuerpos del pasado
que fueron presente
alguna vez
y te hago bailar
el remordimiento.
Escribo.
Lo único que sabes con certeza
es el futuro incierto
y ni siqueras conoces
su rostro,
quién vivirá a través
de tus ojos,
ya no te sientes real
con el peso del tiempo
en tu memoria.
Quizás seas tú el mosntruo.
Escribo.
Te hago caer en la red
de la serpiente
para cuestionar tu existencia,
¿alguien te quiso alguna vez?
No, fuiste las ruinas
de muchas sombras con luz.
No.
Escribo.
Quizá te perdiste,
(porque sé que no eres capaz
de encontrarte),
antes de empezar
y no supiste continuar
tras las excusas
de una autoproclamada
independencia.
Nadie te quiso,
ni la música,
ni las banderas,
ni la poesía
o las miradas
de aquellos que creíste reconocer
a distancia.
Escribo.
Las calles no proclaman
tu movimiento
y la naturaleza te da la espalda,
echas raíces fuera
de cualquier planeta,
ni en un millón de estrellas
nadie te quiso.
Escribo.
Ni un millón de estrellas
te quisiste.
Escribo.
Ni en un millón de estrellas
te quieres.
Escribo.
Ni en un millón de estrellas
te querrás.
Escribo.
Mismos zapatos,
mismo caminar,
misma oscuridad
en el cuero de tu chaqueta;
los años no perdonan
pero tú les pides disculpas
por no girar
con el mundo,
estática,
desafiando las leyes
de la cordura
y la física
y la gravedad.
Escribo.
Esperaré a tu derribo,
al desahucio de tu nombre
y se lo daré
a quién sepa
pagar con su vida
la deuda de tal tragedia.
Pero no te callas.
Rómpete, no eres capaz
de comprometer
al amor.
A la libertad
o cualquier principio
que resulta en juego
al final.
Cállate.
Rómpete
sin promesas que no puedas
cumplir,
rómpete
no quedan expectativas
que puedas desilusionar.
¡Cállate!
Apagas el mundo
en alerta,
eres una crisis continua.
Escribo, pero aún así no callas. Aún así no respondes.
Sigo aquí.
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