Monstruos feroces de dientes afilados
vástagos de Satán, salidos del averno,
bífidas sus lenguas, ojos rojo fuego
se pegan a mi piel, invaden mi cerebro.
Que me dejen en paz, que no martillen
ni destrocen mi cuerpo.
Me quiero disparar, pero no puedo.
Maldito reloj, no pasan las horas oscuras
me visitan mis recuerdos, los pútridos
llenos de polvo, dolor y muertos,
llenos de odio, emponzoñan mis versos.
Tic, tac, tic, tac, la manecilla no enmudece
que kafquiano me veo, cucaracha
y dios primigenio, que horrendo,
agitar de alas negras en vuelo.
Tic tac, tic tac me quiero disparar
pero no puedo, una última bala
un sonoro estruendo,
un martillo que avanza,
me reviento el cerebro.
Que trágico sainete, que ridículo muerto,
noche de opereta, canto de borrego,
llega la madruga, por fin Libre y despierto
por fin brilla el sol, en mi eterno silencio.
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