Somos guerreros en esta vida, nacimos para pelearla, para poder llegar a ser Reyes en la otra.
La memoria es selectiva y corta, solo guarda instantes, momentos, pero nosotros elegimos cuales. Un aroma, un color, una textura, nos trae recuerdos, nos hace volver a ese momento, el de la foto. La memoria no tiene tiempo, no entiende de distancias, todo lo trae acá y ahora; es una manera de regalarnos unos minutos extras de vida.
Recuerdos que se hacen tangibles, miradas que nunca se fueron, caricias que permanecen, que se sienten y que nos provocan sonreír. Recuerdos que nublan la vista, que desatan ternura, los ojos de mi papá por ejemplo. Creo que por sus ojos aprendí a leer los de los demás, a ver hasta el fondo, a llegar hasta donde nadie más ve. Creo que por sus ojos enloquecí y se me hizo obsesión conocer todos los demás, hasta los míos. Por sus ojos veía el mundo con los colores que él lo pintaba para mí, con la luz que le agregaba con su sonrisa. Por esos ojos, descubrí que no todos vemos igual, que hay matices distintos, que no significan error, solo diferencias. Por esos ojos, aprendí que seguro mañana se ve mucho mejor que hoy, que nada permanece igual, que siempre hay cambios, como las estaciones. Por esos ojos, jamás dejé de sonreír; que una sonrisa cambia gritos y dolor por palabras, eso también me lo enseñó.
Por esos ojos, todavía ven los míos.
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