Desde la pequeña terracita de su piso de alquiler Martín aprovecha las soleadas mañanas de Abril para ver como Marta se prepara para ir a trabajar. A las nueve en punto Martín imagina como las sábanas se deslizan por el cuerpo semi-desnudo de Marta hasta dejarla casi destapada, notando así la brisa fresca de la mañana entrando por su entreabierta ventana. A las nueve y cinco puede percibir como los jazmines del balcón de Marta comienzan a exhalar su suave fragancia, invadiendo poco a poco el dormitorio para después conquistar la casa. A las nueve y diez oye el crepitar del agua sobre la cabeza y los hombros de Marta, y puede ver como las gotas dibujan su perfecta silueta cuando caen,sinuosas, por el translúcido cristal de la mampara. A las nueve y veinte Martín da su primer sorbo al café, justo en el mismo momento en el que Marta bendice con sus labios el jugo de fresas frescas que, ahora ya, recorren su garganta. Son las nueve y media y Martín ya sabe la ropa que se va a poner Marta: vestido corto de flores, chaqueta fina amarilla y unas bonitas bailarinas. A las nueve y treinta y cinco Martín la ve de espaldas abriendo la puerta de casa. " Hasta mañana no te veré", piensa Martín, y la pena su café vuelve más negro y su mañana deja más gris." Algún día la invitaré a salir y ella me dirá que sí ".
Son las ocho y media de la mañana y Marta está despierta. No se mueve de la cama todavía, en parte porque la alarma suena a las nueve y en parte porque así percibe mejor el sutil olor a pan recién tostado y a mermelada de frambuesas que viene del piso de Martín. Así, con los ojos cerrados, Marta imagina a Martín en un campo de frambuesas tan grande como su terraza, untando el pan directamente del suelo mientras campanas de tintineante hielo anuncian la llegada de un café caliente que pronto se hará refresco.
A las nueve Marta se destapa un poquito, lo suficiente como para que el aire fresco de la mañana termine de despertarla. Sabe que Martín está sentado en la terraza cual vigilante del alba. A las nueve y cinco Marta percibe el olor de los jazmines entrando por la casa. " Es hora de ducharse", piensa, mientras retoza un poco más en la cama. A las nueve y diez Marta se está duchando. El agua tibia se desliza por su espalda y piensa en Martín a su lado, y que las gotas son caricias que él le brinda con sus labios. Son las nueve y veinte y Marta se toma su jugo natural de fresas mientras se pregunta si, tal vez, él querría tomarse una cerveza con ella. "Mañana se lo insinúo", piensa, mientras se pone su corto vestido de flores, las bailarinas de siempre y su fina chaqueta amarilla. Son las nueve y treinta y cinco y Marta abre la puerta. "Otro día entero sin verte, vecino guapo de enfrente". Una media sonrisa se dibuja en su cara al darse la vuelta para cerrar la puerta. Mira de reojo a Martín y piensa: "algún día me invitará a salir y yo le diré que sí".
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