SEGUNDO ACTO.
REY HARDAND
SALVATIERRA
CHULPA ( GIGANTE ).
MOZOS
Dentro de las murallas del palacio, día de duro trabajo, víspera del solsticio de verano.
DÍA DE HOY. ( VUELTA AL PRIMER DÍA DEL RELATO ).
ESCENA PRIMERA – MALA FORTUNA
--- En el palacio, patio interior, decenas de soldados, caballos, séquito, y ajetreo de día alegre.
El patio rodeado por murallas gruesas y descaradas, no le temen a nada ni a nadie, ya más que curtidas en antaño por guerras intestinas entre hombres, o entre bestias, las hicieron prepotentes de todos, se abrazan inseparables como a un viejo amigo que hace tiempo que no ven, a ocho más que amenazantes torreones, custodiados día y noche por centinelas que no dan descanso a las tierras donde llegan su vista.
Todo se ve, nada se escapa, informando de cualquier movimiento sea amigo o extraño.
La desconfianza es fruto de la simiente de las mentiras, horadada en la mente, enraizada en el alma.
Desde que el Rey tomó el trono, que hubiese pertenecido junto a la corona a su hermano, ya que salió del vientre de la misma madre un puñado de minutos antes que el.
Trucos y artimañas dieron buena cuenta de su desgracia, haciendo que su igual acabara con sus huesos en un no muy lejano acantilado al sur de sus posesiones.
En los burdeles, mentideros y casas de no muy buena reputación los rumores eran verdades hirientes a oídos de los que quieren ser ignorantes por el oro u otros beneficios de dudosa procedencia.
( Cuchicheo en las calles ).
-Usurpación, usurpación, usurpación.
-Asesino, asesino, asesino.
Se decía que el Rey fingió el accidente de su hermano, trama curtida en la sombra de la envidia y la codicia.
La rabia yacía en el interior de sus ojos, emanada en forma de despotismo a sus súbditos.
Desde que dejó de corretear a cuatro patas usó su incipiente ira con los más cercanos, asesinando sin castigo a voluntad.
Más que respeto, miedo.
El respeto se gana con buenas obras, y a sus manos jamás le presentaron la bondad, el honor o el amor, más bien sus compañeros inseparables de juegos fueron el rencor, la desconfianza, odio y hambre de poder absoluto.
Rey:
-¡ Buen señor ! Presteza tenga, que ahora nombrado comandante de mis ejércitos, debes dejar la espada en tiempos de paz y coger la pluma y la copa de vino.
( El Rey alza su copa y de un trago se la bebe ).
-¡ Rápido más vino!
Un mozo que ni apenas alcanza a sujetar la jarra del valioso líquido corre al encuentro del suelo, la ánfora quedó quebrada dejando un charco a los pies del Rey.
Ebrio, propina un puntapié en las costillas del crio.
Un crujido seco seguido de un gemido se dejó escuchar en el patio, todos callaron a lo evidente, acababa de firmar su pena de muerte.
Rey:
-¡ Maldigo tu sombra ¡ Llevaoslo, azotadlo 50 veces, y expulsadlo de mis murallas.
Una montaña aparece por uno de los oscuros portones, su sombra podía cubrir a cualquier hombre conocido.
Decían que nació matando, al salir de entre las piernas de su madre la partió en dos, vísceras, sangre y el mismo esparcidos en el camastro de paja. Comentaban que la madre mantuvo relaciones con los chulpas , según la leyenda estos eran gigantes ya extintos de un lugar donde no se podía llegar por tierra
Meses en barco, y otros tantos por encrespados caminos hacia las montañas llegaba a una legendaria ciudad llamada Tiaguanaco, de allí era.
Los monjes se hicieron cargo de su carga, el maltrato era la moneda de cambio por no dejarlo a su suerte.
De ahí a la soldadesca y rápido ascenso a la guardia personal del Rey.
Nunca pronunció palabra, solo un gruñido se le oía cuando algo o alguien cometía el grave error de contravenirlo, cosa que ocurría con frecuencia, era fácil hacerlo, cualquier cruce con su helada mirada, o un roce ya era motivo, con el no había segunda oportunidad.
Despedirse de los más cercanos era a veces lo único que daba tiempo.
El camposanto grueso, obeso gracias al alimento proporcionado por el y su Rey, gozaba de buena salud, los manjares obsequiados eran devorados sin sacie y con beneplácito.
Paso lento, pesado hacia donde agonizaba el mozo, en mitad de un charco de vino y sangre que no hacían distinción.
Asió al infeliz, con su brazo poderoso, era un pelele zarandeado con los ojos entre abiertos, azules como el cielo del nuevo día, es lo último que pudimos ver de el.
Chulpa, ( así lo hacían llamar ), desapareció igual que apareció.
Sin hablar, solo un gruñido emitió marcando el desenlace final.
Comandante Salvatierra: ( pensando ).
-Pobre crío, la diosa fortuna nos puso en la misma senda donde servir al Rey era la peor mano, malas cartas nos repartió, el pagará el rojo vino con su roja sangre.
-En las afueras hubiese tenido más amable muerte; el hambre, o la peste, o las bestias del bosque llamado, “No Retorno”, se me antojan mejor final, más que con el látigo de ese bastardo.
Rey:
-Como te decía mi buen amigo, pluma para la diplomacia, que es tan cruenta como cualquiera de tus batallas.
-Vino para las fiestas, para prestar diligente cortesía a cuervos y buitres que se hacen llamar, tesoreros, clérigos, y señores de sus tierras consejeros que solo se aconsejan a si mismos para sus intereses.
-Ahora esto es más importante que mil cadáveres de enemigos sembrando sus arrasadas tierras.
Comandante Salvatierra:
-Sirvo de bien poco en sus terrenos.
-Al igual que un perro con rabia no sirviera para guardar gallinas, que en el primer embate mordiere a diestro y siniestro sin dejar cabeza con su cuerpo, en mi hábil mano, ardiente tajo para frio filo, haría paz entre los simuladores de la verdad que con sus envenenadas lenguas asesinan a mis oídos.
-Os pido quedar en sus fronteras desmembrando a quien ose cruzar sin su gracia.
Rey:
-Veo que está acostumbrado a la franqueza del acero, que con su verdad, queda saciada la sed de los que quieren enredar con palabras o actos.
-Si lo he elegido es por su honradez, que en este tiempo ha encontrado refugio donde nadie puede encontrarla y si tropezasen con ella verla capaz no serían.
-En pocos confío, ese grandullón, Chulpa, uno de ellos, no aspira a nada, ni quiere nada, ni mujeres, ni hombres, ni riqueza, ni placer alguno, es sincero, buen hombre en sus formas, y ahora en vos, Salvatierra, vuestra reputación le precede, haga fama de ella aquí, ayuda a ahuyentar a mandobles sutiles a las alimañas disfrazadas en la piel de cordero, instalados en estos muros desde la muerte de mi padre.
-Os pido, de nuevo, guarde la espada donde no debiera salir, su vaina, su jaula ha de ser, ya que una muerte inapropiada de una alimaña usurera, aunque sea merecida por tan siquiera su mismo nacimiento, me haría perder fortuna y ganar enemigos.
Comandante Salvatierra: ( Frunciendo el ceño ).
-Estoy a vuestro servicio, mi Señor, no osaré contravenir orden de sus labios, que más que orden es ley, muy a mi pesar tendré que mentir de palabra porque no podré responder hiriendo con la verdad de la espada.
Rey: ( Una gran sonrisa ).
-Muy bien, sabio eres.
-Ahora me llaman otros asuntos, menos satisfactorios, he de mediar entre carroñeros asuntos de podredumbre. Hombres que quieren engullir los restos de la última conquista del norte.
-Cuando el sol huya por el horizonte de poniente para dar cuenta a Ligh, le veré.
-Ese Ligh dios que envidio, maneja a nuestro astro, el que lo ve todo, con su luz
observa desde al más pequeño de los seres hasta al más enorme, el que todo lo sabe,
por estar con esta tierra desde antes de su creación.
-Yo cuento con torpes e inútiles despojos, que dicen ser informadores, corruptos que solo llegan después de lo que necesito, o se adelantan con falsas e inventadas conspiraciones para conseguir algo de mi oro.
-Sin más.
-Lo veré en el salón principal, allí podrá asquearse por la vista y presencia de
los que se proclaman abanderados de la amistad sincera, le presentaré a esos necios.
El Rey da media vuelta, no antes de que otro mozo le llenase la copa de vino.
En la antesala a la espera del Rey, unos consejeros, unos soldados, y plebeyos en busca de auxilio de diferente índole, algunos más acuciantes que necesitan una atención inmediata.
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