Tic-tac
El reloj de la vida sigue sonando, tal cuál.
El cronómetro no para de contar, tic-tac.
Once y media.
Cielo apagado.
Ruido, sin más.
Vivo encerrado en una melodía que no se de que va, duermo en una bruma de tabaco que me mata por las noches, y me revive por las mañanas.
Tic- tac.
La vida se me va, se me escapa entre los dedos, tal cuál.
No se como detener la avería, tic-tac.
Ambiente cargado.
Ganas de huir y no mirar atrás.
Ganas.
Ganas de mirar desde la cima de una montaña, cogido de su alma y suelto de su mano.
Ganas.
Te ganas el miedo real que siento cuando me miras, por si ves a un niño asustado, que lo que busca es un puto abrazo.
Tic-tac.
Vuelve a sonar, vuelve a tocar esa nota de piano, déjame soñar, tal cuál.
Déjame flotar, deja que huya, tic-tac.
No quiero mirar atrás, quiero ser un desconocido para los demás.
Créeme, lo sé, no soy un poeta.
Miénteme, vamos, revolucioname, insúltame, grítame, mátame, pero no calles, que necesito de tu viento para respirar, y de tu poesía para expirar, que si me falta algo, vuelvo al punto intermedio.
Niño solitario, que lo que quiere es poder soltarlo.
Tic-tac.
Ya está, no hay más, el reloj de arena toca su punto final, tal cuál.
Rómpelo, tíralo al suelo, ¡tic-crag!.
Cógeme del alma y vamos a la montaña, hacía rutas salvajes.
Donde nos perdamos con el tiempo.
Donde nos encontremos con el viento.
Tic-tac.
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