LUJURIA
Miré la calleja de tus pechos
y quise tenerlos cerca,
te miré a los ojos con un mensaje claro
y quise tenerte cerca.
Me miraste con la cabeza gacha
con cómplices ojos de gata que acecha,
me dijiste ven, sin hablar ni una sola palabra
solo con la mirada ancha y la boca estrecha.
Le hice caso a tu idea macabra
y nos entregamos a la imaginación,
que nuestra piel erizaba
y en nuestro cuerpo recorría una sensación,
de escalofrío que nuestra alma acecha
y quise tenerte cerca.
Aún recuerdo esos ojos lascivos,
que con mi mirar tenían respuesta,
aún recuerdo esos sinuosos gestos
que hacían desearte tenerte cerca.
PEREZA
Cansado de tanto pensar
que quería tenerte cerca,
supe la hora de trabajar
pero no supe darle respuesta.
Y es que tumbado en camastro
mejor se está, aunque no lo parezca,
intento de levantarme se me hizo lastro
y pensé: quédate aquí no sea que fallezca.
Pasó por delante de mi la hora de la siesta
y yo tumbado allí con temor a que fenezca,
pensé: tumbado voy a seguir con la ropa puesta
hasta que la hora de dormir, quieto lo merezca.
Y es que ¿para qué voy a trabajar con este cuerpo
que de bello se hizo hermoso y de hermoso grueso?
Ya no valgo sino para descansar hasta que caiga muerto
o me arrastren del lugar para meterme preso.
GULA
Y sí, preso me iban a meter,
pues de repente sentí la necesidad
de como un descosido comer,
como un loco con animosidad.
Vi comida por todos lados
estantes llenos de ricos bollos,
congeladores llenos de helados,
bandejas de asados pollos.
Me decidí a comer como un descosido
Bollos, helados, pollos, algún que otro pavo
y aún no había llegado la hora de quedar dormido,
cuando pensé: vomito y me lo vuelvo a comer vomitado.
Como pez que se muerde la cola
comía toda vianda embrutecido,
aún cuando la garganta se me hacía una bola
comía y comía para un estómago desagradecido.
IRA
Maldita sea la hora en que decidí comer
a cocinero yo me cargo
pues sin decirle que yo quería querer
comer, me quedó sabor amargo.
Por mi vida que yo lo asesino,
rastrero cocinero de abolengo postín
mala ira y mala muerte te propino
aunque sea balín por balín.
¿Tú que me lees malandrín?
te crees que soy poeta y poema escribo
te crujo digo, lector de poeta gañín,
que a lector de mi lectura maldigo.
ENVIDIA
Míralos a esos que se autoproclaman poetas
si es que además publican libros,
¿qué se habrán creído subidos en goletas?
cualquiera publica un libro eso yo calibro.
Para mí quisiera la suerte que tienen,
pienso yo que por vaga inmerecida
pues creen que arte y cultura confieren,
a mis letras que leen hacen desagradecida.
Veo que mucha gente te sigue,
pero no veo la razón de que a ti te sigan
y que luego de mi ni siquiera digan,
ni una sola palabra que, aunque mal me abrigue.
Para mí quiero el éxito que tú tienes
Y que sin duda creo que no mereces,
porque te leo y no veo ¿por qué creces?
si mejor escribo que tú que me entretienes.
AVARICIA
Pero no suelto un duro por leerte
aunque barato el artículo me pusieras,
que dinero no suelto, aunque me cueste la muerte,
para mí, todo lo que te llevas quisiera.
No me pidas limosna, que te digo que no llevo
dinero en el bolsillo y aunque dinero llevara
no te daría lo que en monedero por vacío y nuevo,
aunque te arrastres por el suelo y tu vida costara.
Quiero todos esos olivos de olivas vetas
para tener muchos más sacos y tupidos,
hasta que sus costuras estén prietas
y de apretados que estén por sus poros supuren fluidos.
Quiero tener y tener y acaparar
más que nadie en este mundo,
mis arcas con tesoros y dinero albergar
y no dar, ni siquiera, a poeta vagabundo.
SOBERBIA
¡Me come por dentro todo lo que sucede!
Grito hasta que se me salen las entrañas,
lloro de rabia por dentro por que me quema el alma,
tráeme ese verso que es mío y ¡vete!
Si versar es un esfuerzo que tú no entiendes
salte de la estrofa que, si no te maldigo,
la furia de todos los males elucubras y enciendes,
¡fuera de mi vista poeta mendigo!
Tórnate a otros distintos lares
que no quiero ni verte,
pues ni a mi me aguanto en barra de bares
ni bebido por mala suerte.
Se me acaban las fuerzas para echarte
se me endurecen las venas de mi cuello,
se me tiñe de gris mi cabello,
de la rabia que me da no poder matarte.
Por no poder, ni siquiera puedo
ponerle fin a esta vida,
pues de rabia tampoco muero,
ni mueren mis letras..., ni mi verso druida.
Alfonso J Paredes
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