La poesía —o más bien el hecho poético— es algo que no controlo del todo. A mi me sucede más bien al revés: Tan sólo soy un vector de sus manos. Ella, deformando el haz de mi plastilina, cual si fuese yo una piedra roja, filosofal modelada a su antojo.
Me llega cuando quiere, me usa según lo que dicte su capricho, me contrata a destajo y me paga mal de paso.
Cuando de repente me posee es como sentir un golpe de frescura que no se aborrece... ¿Sabes? Y estoy consciente de que ya no soy yo: El mismo triste gris de siempre, otoñando mi pereza, deshojando la angustia muda sin acción patente. Alimentando a las larvas que pululan en el oxido del vicio, en una simbiosis casi perfecta con el moho adherido la superficie de las cosas de a diario, cual si fuese un gusano velludo y de ambar amarillo de donde crecen las espigas del helecho en el tinajero de mi cabeza confusa, goteando un no sé qué de intentos de belleza sin hacer diana alguna.
Cuando estoy en ella —en poesía— siento que todo lo puedo. Dispuesto ante filo y a lo de su cortadura. Blandengue, exponiendo la blanca médula de ese ser fetal, diminuto, como el corazón dulce de una caña brava que aún no está madura en su fibra de retama natural.
Allí... sin ropas... ante la caterva de los ojos escrutores del balcón de arriba, que todo lo juzgan sin tan si quiera tomarse el tiempo para palpar mi peso exacto. Pero eso ya no importa. Con la poesía se pierde el miedo a estar desnudo y erecto en el Zócalo a pleno mediodía. Ya no hay temor del miedo mismo o a la solidez de la noche sin materia, a lo desconocido en ella más adelante de un brazo estirado en medio de su "ceguez" táctil. Porque se toma consciencia que el único objetivo real es desgastarse a uno mismo al vivir SINTIENDO... al arriesgarse ante la oportunidad... pasándole la lengua a la ásperidad dulce de las cosas amargas porque sabes que allí, adentro, te habita el dios que toca la flauta de acero.
¡Qué efímera eres cuando creo que ya te tengo puesta en blanco y negro!, y la musa escurridiza se me desvanece en una especie de bruma azul hecha como de tul de mosquitero, entre unos versos escuetos a medio dibujar, que luego, dentro de mi se derrumban: La memoria es frágil.
¡Ah! ¡Poesía ida!, y otra vez vuelvo a ser aquel mismo triste.-
@ChaneGarcia
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