Las huellas del tiempo vivido
rebosan de lluvia agridulce,
los ecos lejanos resuenan:
te amo, te quiero; deseo.
El hondo pesar de tu ausencia
corroe mi alma constante
y vivo sumido en un sueño
que intenta arrastrarme al vacío.
Camino por néctar ardiente
descalzo, perdido y sin rumbo,
bebiendo los soles que nunca
jamás volverán a dorarme.
Divinos amores malditos
cargados de sombras inertes
que surcan mi cuerpo de llagas;
anhelo el marfil en los labios.
Aquellos manteles ajados
manchados con vinos añejos
aún se retuercen aullantes:
te amo, te quiero; deseo.
Varaste mi carne en el aire,
golpeas mi mente suicida,
serás un tañir, unas flores
y el mármol guardando mis huesos.
Tus ojos nocturnos, tu verbo
candente, afilado y rosado;
tus hondas caricias, tu denso
sentir en mi cama empapada.
Te llevo cosida a las tripas
igual que el sudor en la frente
del pobre labriego que bate
sus manos en tierra quemada.
Habitas en mí para siempre,
habitas en mí para nunca,
habitas en mí y te repito:
te amo, te quiero; deseo.
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corroe mi alma constante
y vivo sumido en un sueño
que intenta arrastrarme al vacío.