Mis hijos y los tuyos y los suyos
ya no lloran,
partieron esta noche
a lomos de un caballo negro
Un gran alazán zaino,
herrado de acero,
se los llevó desnuditos y en silencio.
Sólo su relincho ahogado y austero
rompía a la luz del alba
una noche de suspiros y lamentos.
En esa hora maldita,
levanté mis ojos al cielo
otros tres jinetes seguían al primero.
El uno era de sangre
el otro era de fuego,
de hueso era el tercero.
Corrían como viento por el cielo
llenando su camino de gritos y tormentos,
¿lo soñaba o era cierto?
25 de Mayo, Etiopía,
todo está en sigilo, ya no gritan
ni los buitres, ni los cuervos.
etiquetas: terror, muerte, tristeza, hambre, injusticia 182 lecturas versolibre karma: 33