Generosa morada cual fiel resguardo,
de los lindos encantos primaverales,
abrigaba en su seno los mil regalos
que a la niña le brotan tan naturales,
¿y es que acaso se esfuerza por formularlos?
Más trabajan sus trinos hermosas aves;
más forzada se mira la augusta ley
que dirige el camino del astro rey.
Y entre tanto regalo se aproximaban
potenciales encantos de la mujer;
los grisáceos vapores le acariciaban
la manita que al acto vi recoger...
sacudidas intensas la niña daba,
el calor le produjo un estremecer;
sin dudarlo me dijo: «¿porqué te gusta
tanto este jarro?, quema cuando lo agarro»
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