No duermo con facilidad.
Cierro los ojos y solo veo oscuridad,
no consigo presionar el botón de resetear.
Dejo mi mente expandirse.
En la oscuridad nada muere
ni desfallece,
los demonios se hacen realidad
y tú bailas con ellos
para convertirte en uno más.
Creo escenas sin sentido y sonidos sin igual,
descubro la magia
del pecado carnal.
Pasan las horas,
y mi mente no descansa.
Rememora tiernos momentos
que son mejor olvidar,
reproduce versos y estrofas
que duelen y no paran de resonar.
Visualizo luces
incoloras
constelaciones brillantes,
el universo abriéndose ante mí
cómo una flor florece.
La oscuridad se convierte
en fuente de juventud,
inmortalidad
y
sensualidad.
Aquel lugar
donde solíamos
gritar y
hacer realidad
nuestros
deseos más
banales.
Las preguntas se amontonan,
dudas que hacen que
mi sangre hierva;
los miedos salen y
cobran forma
y yo me pregunto
si es insomnio
o si mi organismo esta
compuesto de
granos de café.
No puedo pulsar el botón,
a lo mejor no quiero.
Me alimento de
fantasmas de poetas
muertos.
El paso del tiempo
pesa sobre mi corazón
y la arena del reloj
me ahoga.
Abro los ojos y
contemplo una grieta
de luz
que muestra
la esperanza
de estar
viva.
El reloj marca las tres
de la madrugada
y mi cabeza
consigue ser reseteada.
La oscuridad ya no significa
nada
y duermo
quedándome
con las ganas
de buscar
aquello que
no pude encontrar.
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