Sufro, por no tener arrojo.
Porque con un envite no rompo,
de esta carne débil las cadenas
que me coartan la existencia.
Y con mis brazos mover glaciares,
formar con mis manos dos cuencos,
cazos, para vaciar lagos y mares.
Apagar con mis soplos los incendios.
Dominar esos corceles de fuego,
caballos de las guerras con furias.
Curar cada herida con mis besos
convirtiendo en amor cada locura.
Sufro, y lloro insatisfecho,
por querer parar cada injusticia
y pasarme los días durmiendo,
en el cómodo sofá de cada excusa.
Se puede hacer algo al respecto,
pero estoy harto de tanta abulia
de no ser malo de verdad, ni bueno.
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