Soy contemporáneo de una época
rica en célebres déficits,
insípidos ídolos,
cólera poética
e hígados cirróticos.
Cálculo en las vísceras
este diabólico período
próspero en cárceles,
teléfonos móviles
y héroes erráticos.
Cráneos del jurásico
como género modélico
y bárbaros histéricos
como bálanos eléctricos;
es el éxtasis del ridículo.
Ganaron las fábricas inhóspitas,
los códigos fácticos,
los antipáticos cómicos
y la genética misógina.
Vencieron los cánceres de esófago,
los estériles atléticos,
las diabéticas metáforas
y los alérgicos a lo auténtico.
Triunfaron las cópulas inalámbricas,
la física sin química,
los clásicos sin micrófono
y los caóticos crónicos.
Es el éxtasis del ridículo.
Soy contemporáneo de una época
rica en mórbidas imágenes,
pacíficos bélicos,
lágrimas sintéticas
y brújulas sin ártico.
Ángulo cóncavo
este gráfico de la década
próspero en crítica,
cómodos líderes
y cínica política.
Lo extrínseco a la cáscara
como límite, cúspide
y los típicos tópicos
como sólidas máximas;
es el éxtasis del ridículo.
Ganaron los médicos hipocondríacos,
las búsquedas frívolas,
el vértigo ortográfico
y los dentífricos sin éxito.
Vencieron las soporíferas dialécticas,
los autócratas de fábula,
los ávaros filántropos
y los vehículos fantásticos.
Triunfaron las clínicas estéticas,
la ética anoréxica,
los catedráticos neófitos
y la música diarréica.
Es el éxtasis del ridículo.
Soy contemporáneo de una época
rica en póstumos panegíricos,
periódicos hipócritas,
tentáculos económicos
y pólvora informática.
Película tragicómica
esta crónica patética
próspera en estadísticas,
tétricos retóricos
y monótonos sábados.
Oráculos catódicos
como simpáticos psicópatas,
y decrépitos prostáticos
como esperpénticos playboys;
es el éxtasis del rídiculo.
Ganaron los estúpidos estrépitos,
los lúgubres propósitos,
los demócratas de plástico
y los discípulos del desánimo.
Vencieron los créditos escuálidos,
la gramática equívoca,
los católicos heréticos
y la mísera lírica.
Triunfaron las matemáticas erróneas,
los alcohólicos anónimos,
los cónyuges apáticos
y el pánico a lo artístico.
Es el éxtasis del ridículo.
Es el éxtasis del ridículo.
Es el éxtasis del ridículo.
O la crítica esdrújula.
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