Si algún día lees mis líneas
sabrás que eres culpable de,
al menos, la mitad de ellas.
Mis líneas no existirían si no llegas a cruzarte en mi camino
para llenarlo de curvas, baches y caídas.
Así que gracias por el daño
y por obligarme a esforzarme para salir de tu vida.
Como un laberinto lleno de secretos,
me encontré con algo maravilloso en cada esquina
(que nunca hubiese encontrado si no llego a estar huyendo de ti).
Gracias a tu mente cerrada, acaparadora,
poco compatible con la mía o demasiado simple,
encontré mentes que me dieron alas,
me abrieron los ojos y me enseñaron mi mundo desde el cielo
antes de que me adentrara en el suyo.
Mentes que me hicieron pasar de cero a cien
y otra vez a cero en un segundo,
intensidad huracanada de esa que me encanta.
Me dieron sensaciones rápidas, fugaces,
de esas que me gusta agradecer lentamente.
Me enseñaron a subir a lo más alto y no me hicieron caer,
me quitaron la venda de los ojos y
la usaron como torniquete de las heridas (aún sangrantes)
que tú me dejaste como único recuerdo.
Antes me encantaban la líneas rectas, simples, fáciles, tranquilas.
Y ahora, gracias a ti,
me encanta el riesgo, los baches, las curvas
y las mentes complejas que ven más allá del horizonte
( y me llevan hasta él)
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