Hace un tiempo que al anochecer escucho el suave canto de un mirlo. Siempre es el mismo, lo reconocería en cualquier lugar del mundo.
El ave silba de un modo providencial eclipsando el agónico ruido de las masas lidiando por cerrar el día y refugiarse en la noche. Retumban las voces de la muchedumbre en la calle, relampaguean las persianas metálicas contra el suelo y los bocinazos de los coches en un sinfín de sonidos desacompasados. Es una lucha titánica, pero él logra coronarse en medio del desbarajuste urbano. Consigue crear un canal único en el que su voz se enarbola por encima del caos.
Nos une un magnetismo especial: cuando se aproxima la hora me tiendo en la cama y su dulce cantinela me transporta a otro mundo. Es una especial conexión de almas interespecies.
¿Puedes tú llegar a oír su canto? Quizá sea el alma del poeta que clama a la inmensidad y sólo unos pocos quieren o pueden oírla.
Seguro que hay otras personas que gozan de su bella melodía de acordes liberados al viento y lo aguardan al anochecer. Pero son conexiones anónimas que se pierden en el espacio.
Hay algo que me inquieta de su canto: durante el día advierto que el resto de aves se replican continuamente, sin embargo al canto del mirlo no le corresponde un semejante. Cada noche quiero oír una vocecilla que le responda, pero no aparece y yo no puedo contestarle…
Tal vez todos necesitamos que nos repliquen. Nos reconforta saber que nuestros sentimientos no quedarán sepultados en el tedio del olvido, mientras alguien conozca su existencia: vivirán eternamente.
Marisa Béjar.
etiquetas: mirlo, poeta, cantinela, cama, alma 314 lecturas relato karma: 68
Hermoso
Me ha gusto mucho
me has transportado a la escena, y he escuhado al mirlo contigo, lo he sentido
te quedó maravilloso
felicidades
Pues ya mismo empieza a cantar... Deseando estoy de oírlo. Saludos!!