Cuando aparezca el velo de la vergüenza opacando la belleza de tu ser mujer, y muestres inquieta con tu mirada lo que ya no quieras en ti ocultar.
Vivirás radiante con mil impulsos por lo que ya no puedas gritar o hablar, sufriendo ingrata la tortura de la ansiedad por vencer la angustia de calmar perdida, el deseo malsano de tu pasión.
Dirás tal vez que me amas obligada por nuestra unión, y aunque tú no pretendas decir te ignoro, yo lo presienta y me dé cuenta del desamor.
Entonces, habrás matado eternamente el alma mía… ¡por tu traición!
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