Importaban mucho.
La azotea, la noche, las estrellas.
Eran todo canciones abiertas
y sonrisas fraguándose en la hoguera
luminosa
de las almas vivas.
Pero el viento arrancó las cortinas,
y nada de ayer parece mantenerse
en pie
todavía
frente a la soledad que azota el silencio
temido,
perverso.
Son trémulos ahora los días.
Son cuchillos a ambos lados de la puerta
cansada
donde se esconde el sufrimiento.
El amor es herida
metida
en las venas.
-El viento es lamento,
la niebla incerteza-.
Y el llanto en el suelo
apedazando el pavimento con pedazos de sueños
que se rajaron
al roce de los dedos.
Las grietas amaestradas por la tristeza
no dejan pasar la luz;
no dejan que la voz comprenda
que no hay eco posible,
que el mar se ha llevado las olas más tiernas
y que ahora es el frío
impasible
el que reina.
Y ay del corazón atado a la promesa,
y ay de la piel erizada,
que ha quedado sepultada
bajo todas las piedras
latiendo
callada
seca,
enterrándonos a los dos
- dentro -
haciéndose tumba en la tierra.
225 lecturas versolibre karma: 120
Excelente...
no dejan pasar la luz;
no dejan que la voz comprenda
que no hay eco posible,
que el mar se ha llevado las olas más tiernas
y que ahora es el frío impasible el que reina.
Brutal este poema, Peque... Aún en su tristeza, los versos se suceden, y cada uno supera al anterior.. Lo disfruté como un niño con zapatos nuevos...⚘⚘
saludos Gemma