Calles abarrotadas de transeúntes,
nadies
mirando a la
nada.
Absortos.
Unos ríen
otros callan.
Hablan entre ellos,
se mueven,
como piezas en un ajedrez que no controlan,
engranajes más de una gran máquina de guerra.
Balas.
En Estados Unidos es fácil comprar un arma,
el que tiene instintos suicidas puede ir al instituto con un rifle y cargarse a compañeros suyos,
mientras los demás vemos aterrados lo que sucede.
Tras una pantalla.
Siria.
Los refugiados están ahí.
Mueren de frío,
de hambre,
de sed.
Mientras nosotros cambiamos de canal.
Hoy juega el Barça en la Champions.
Muerte.
Que por qué es necesario el feminismo, preguntan quiénes no ven (o no quieren ver) los micromachismos, las actitudes que afectan a las mujeres o la violencia hacia ellas.
Mientras el hombre desde el sofá, birra en mano, grita a la mujer que le haga su cena.
Que a ver si va a tener que ir él.
Dice.
Que ella se enterará.
Dice.
Mendigos.
Desahucios.
Bullyng.
Maltrato.
Y todo es circular como este poema.
Calles abarrotadas de transeúntes,
nadies
mirando a la
nada.
Absortos.
Unos ríen
otros callan.
Y nadie.
Nadie.
Hace nada.
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