Esta es una historia de navidad, de las que hace mucho tiempo no se escribe.
Epoca victoriana.
Hubo hace tiempo,
Y cada vez, cada tiempo.
Un anónimo personaje, (anonimo no, se llamaba David Dickens pero que no corra la voz)
Que cada Navidad invitaba a una gran cena.
Era en una gran mansión, en mitad de la campiña.
Como todos estos personajes entre el jerez de importación y el whisky de la tierra dormitaba en su gran biblioteca.
Si, de esas biblioteca que son la envidia de todos, paredes rellenas de libros que abrazan todas las ciencias, tanto fisicas como metafísicas y se podían recorrer a lomos de una escalera corredera.
Una mañana despertó envuelto entre libros de religión y filosofía.
Y entre la niebla cerebrar de una enorme resaca, una chispa iluminó las penumbras del interior de su cabeza y comenzó a escribir invitaciones para una gran cena de nochebuena.
Como destinatario puso el pasado, el presente y el destino.
Invitaba a las pestes, los cuatro jinetes del apocalipsis, guerras, hambruna y penurias y todos los males que asolaban el planeta.
Una cena con una sorprendente compañia.
Solo con el sueño de que en el mundo esa noche hubiese una noche libre de males y fuese noche de paz.
Esa noche, nochebuena, a la gran mansión llegaron carruajes, invitados descendiendo desde el cielo de la noche e incluso jinetes, tres caballos abriendo la oscuridad entre rayos, truenos y el fuego que nacía de sus ojos, cascos y cola interminable.
-Ya llegaron los del Apocalipsis y su peculiar discreción. -
A todos reunidos en el gran recibidor se les daba la bienvenida según llegaban,
nunca habian tenido una recepción así,
ni habían estado juntos.
Desde cada puerta y por cualquier pasillo salían canapes, cócteles y aperitivos diversos.
El hambre reía mientras la guerra contaba a quien extermina.
La peste y la desiria, la avaricia y la pobreza,
cada mal reia, bebía y contaba sus conquistas sobre la humanidad.
El anfitrión apareció en lo alto de las escaleras.
-Señoras, señores, lo primero mí gran gratitud por haber aceptado mi mas humilde invitación. Mis gracias por haber venido a mi humilde morada y que el resto del mundo pueda pasar esta noche, nochebuena, como noche de paz.
Soberbia alzó la copa y espetó.
-Nadie hasta la noche de hoy tuvo el detalle de agradarnos, rezaron a unos, alabaron a otros pero nunca nos reunieron a todos.
-Pues esto es solo el principio, Señoras, señores, pasen al comedor.
Una sala enorme se abría con una gigantesca mesa.
Todos se encaminaron chocandose unos contra otros, la dependencia empujó a la pereza y el egoismo le quitó la aceituna del martini a la avaricia.
Una vez dentro, no faltaba de nada.
Todo estaba servido, bebidas a lo largo de una gran barra con toda una estantería interminable de botellas variopintas.
Y en el centro, manjares de los cinco continentes, frios, calientes, suficientes para que durasen toda la noche.
Presidiendo la mesa, el anfitrión, su sueño, que la navidad fuese para todo el mundo y tener a todos sus males ocupados para que no asolasen la vida.
Bajo la mirada del anfitrión parecía que todo funcionaba, por una vez todos los males, bebían, comían, se escupían y peleaban entre ellos.
De repente se abrieron las puertas del comedor de par en par, llegó el último invitado.
-Por fin llegó la alegría de la fiesta, Muerte, siéntate a mi lado.
Grito Necrofilia.
La imponente figura alta, de negro elegante y cara borrosa solo lanzó un susurro que estalló en todos los oídos.
-Yo no me puedo permitir descansar, trabajo todos los días.
Muerte pedía un precio por esa noche,
El precio de una vida por todas las que no caerían ese día.
-Ya sé que vienes a llevarme, pero...
El anfitrión se levantó y se dirigió hacia su último invitado mientras su cuerpo caía pesadamente sobre la mesa tras su último latido.
Pidió que esa noche no cayese ningún alma que no mereciese y así fue.
Cena clausurada por defunción del anfitrión.
Así fue,
noche de paz para la gente de buena voluntad
Esa noche la Muerte trabajó y se llevó un Alma.
Paz en el alma que abandonó a su anfitrión.
Y un espiritu que espero que no muriese, será espíritu de Navidad,
y que cada año ese espíritu arrancado ese día, lo pudiera repetir, desde el pasado y en cada presente que deparase el destino.
FELIZ NAVIDAD .
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