Antes de ser adoptado en el alma de un adagio,
era un pequeño acorde que coleccionaba naufragios
en un vaso roto. Lugar para beber espejismos,
para calmar la sed de una memoria insumisa.
Mis manos guardan en su arcilla
los hemisferios de mi infancia.
El rastro salubre de mi madre,
un pasquín roto donde yacen las armas de mi padre.
Mis manos soltaron sus aves al infortunio.
Aquello que en el cielo se llama libertad,
y en la tierra es tan solo un premio consuelo.
Ahora mis uñas no guardan los jeroglíficos de mi edad
sino la tierra con que fui formado con violencia.
Ya mi espalda no lleva el filo pesado de una traición...
Soy ligero.
Mis alas solo flamean
al ritmo de un silencio primitivo.
Algo que se fue, llevándome...

Sarolta Bán