A veces pedimos millones de deseos a esas velas que llevan los años que nos hemos restado de vida, a esa candela de San Juan que supone ser tan mágica, a las estrellas que nos pasan tal y como lo hacen los días…
Lo reconozco, yo también lo hago…pero todos los días de mi vida. No hay un día en el que no pida un deseo y, para mi suerte, uno de ellos siempre se cumple. Ese deseo tiene nombre, apellidos, la sonrisa más preciosa del mundo y todo el cariño que necesité algún día y…necesito.
Hablo del deseo de mi día a día, de mis ganas de no pasar ni un solo segundo sin perderme con ella, de esas horas mirando sus fotografías, de esa necesidad de comerla a besos, de darle un beso por cada segundo que estuve sin ella.
Aproveché cada oportunidad…Le pedí deseos a la luna, a las ráfagas de las luces de los coches que entraban por mi ventana…ignorando lo que era. A cada gota de lluvia que cayó sobre mi, cada paso que di, cada letra que leí y cada sueño que tuve.
Pedí tantos deseos que conseguí ganar esa lotería del destino llamada ‘suerte' y… ahora que la tengo…Puedo decir que ella es la suerte de mi vida.
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