Anthony Phillips - Tregenna Afternoons
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Trato de disolverme.
Todas las noches, en la madrugada sueño
que sueño
que trato de disolverme.
Disolverme de tantas cosas...
En la madrugada
sueño, que sueño
que trato de disolverme de los lastres
como ruedas de molino, en las alforjas.
Sueño que insisto en disolverme.
Que necesito disolverme.
Que me va la vida en disolverme.
Y sueño que sueño con todo aquello
de lo que trato de disolverme.
Trato de disolverme de las fotografías polvorientas.
Trato de disolverme de los estantes vacíos.
De las calles mudas y las avenidas desiertas.
De los adoquines gastados y las aceras grises.
Del eco de las pisadas.
Disolverme de los epitafios místicos y de la bruma rencorosa.
De las esquinas burbujeantes y la homilía sorda.
De la nebulosa rosa.
Disolverme de los cines cerrados
y de los teatros con embargo.
Del canto de la penumbra
y de los hechizos sabor a menta.
De los toboganes para espíritus
y de las prisiones de por vida.
Sueño que sueño que trato de disolverme
de los campanarios con cintas de regalo
de los gatos semiperros
de los sudarios meones
de los puticlubs enlatados
de los sapos cuadrangulares
y de la muerte a buen precio.
De los muros construidos con frases hechas.
De las cruces redondas, de las caras lisas.
De los cielos a cuadros,
y de los días a fuego lento.
De los solsticios de silencio
y de todos mis fantasmas
con frac y sombrero de copa.
Trato de disolverme del territorio del diablo.
Trato de disolverme del tiempo y del espacio.
De los años y de los segundos.
Del aquí y el allá.
Del entonces y del ahora.
De los cuadros negros y blancos.
De la letra y las palabras.
De la fina línea
que separa la luz de la oscuridad.
Sueño, que sueño que trato de disolverme
de los ojos, de los labios y del pelo rojo.
De las manos y de la piel suave.
De la cremallera bajada de un vestido blanco.
Disolverme de las miradas con chispa y las siete de la tarde.
De la caricia.
Del piano cojo,
de las amapolas, de la tierra húmeda, del cañaveral.
De la vereda.
Del río.
De los besos de chicle.
Del aliento en el cuello.
De los mordiscos al alma.
Disolverme, sencillamente disolverme.
Pero no lo consigo.
Tal vez debiera
simplemente olvidarme,
y dormir plácidamente
sin insistir
en soñar que sueño, que me estoy disolviendo.
Que me estoy olvidando.
Sin insistir en soñar, que sueño,
que puedo olvidar.
J. Robles