Necesitamos del abismo
para envolvernos.
Ansiámos el comienzo
y el fin,
la locura y la razón.
Somos objetos de pasión,
dialectos sin ambages,
mentiras sin sombras.
El rostro hirsuto decidimos
quemar, y beldad más
perfecta que esa llama no
existirá.
Defectos que no nos
amilanan.
Huesos hechos de penas,
pero dichosos, verdaderos.
Atados a una yunta de
flores y miel.
Tiemblan las manos,
se dibujan los colores del
alba en rostros recordados.
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