ALBAÑIL
Tú eres para mí
la flor que derrama su aroma
al amanecer,
como invitando a despertar
del sueño profundo
que la vida regala con el descanso.
Eres un pedazo de cielo,
en lo extenso de la noche,
pero azul y luminoso,
una creencia,
una fe en lo maravilloso.
Eres dos ojos enamorados,
dos manos sobre mi cuerpo,
satisfechas,
dos pies que se mueven hacia mí
y una voz que canta en el silencio.
Eres un ser extraordinario
que construye casas
de concreto y de amores
a la par.
Eres un hombre
que solo desea la tranquilidad
de mi hombro para sentirse feliz.
Eres alguien que ama y al que amo.
Amo tus sensaciones
y tu espíritu valiente,
tu canto a la vida de cada día
a pesar de las tristezas
de todo lo actual.
Este es un tiempo de desarrollo,
de crecimiento,
de entrega total
y encuentro eterno
entre dos mundos que,
una vez,
estuvieron distantes.
Fuimos diferentes ayer
y hoy plantados en una tierra común,
hacemos semejantes nuestras inquietudes
y aspiraciones.
Buscando cada día mutua felicidad,
nos derramamos sobre nosotros
para encontrarnos
en suaves caricias.
Tú, vanidoso lirio
mecido por el viento,
sereno y querido,
enjugas el rocío
y eres envidiado por las demás flores.
Eres todo.
Eres más que todo.
Constructor de sueños
y escaleras al sol.
Amado hombre de manos fuertes,
albañil que construye casas
y silencios que dan sombra.
Albañil,
mi vida está en cimientos
sobre tus ojos de cristal verdosos.
Tu luz ilumina mi alma constantemente,
tu voz eleva su sonido y me toca
clara y melodiosa,
con un fuego que remueve mis sentidos.
Una voz desde el silencio,
perceptible aún entre la multitud,
con sonidos inagotables
de aguas cristalinas,
de montañas imponentes
y de viento cargado de candor.
Es nuestro sol común,
un cielo único
que nos ha mantenido unidos
aún sin tenernos.
Albañil,
cuando te conocí
no imaginé que construirías
puentes hasta mi corazón.
Tampoco pensé que
una vez allí,
escogido el terreno,
edificarías el amor.
Y ahora,
el ayer es lejano,
pero también es hoy,
porque de común acuerdo,
mantenemos el presente activo
y lleno de razones para querernos.
Ayer sentimos el viento contra la cara
vimos el horizonte azul,
y así se sigue presentando el futuro,
como un cielo despejado
que nos aguarda para darnos su pureza.
Albañil,
océano mío,
mar y cordillera alta,
ciudad y pueblo
donde habitan mis sentidos,
océano donde me hundo y me muevo,
donde me alimento y respiro.
Cariño.
Construyes el aliento de mi vida,
mi respiración.
Oxígeno y fuente de agua pura,
voy siempre en pos de ti.
Mi única dirección son tus caminos
tu corazón ardiente
enredado en mi piel.
Tus ojos me llenan de color,
tus miradas son color.
Albañil,
tengo en la mente
tu voz como concreto,
inquebrantable.
Tu risa es una obra
exitosa y bien cimentada.
Cuando tú ríes
levantas mil alegrías
y pones soportes mágicos en mi corazón.
Albañil,
llegará ese día,
ya cada vez más próximo,
en que no sólo construyas
casas para la vida,
si no también,
vida para las casas
dentro de mi ser.
Abrirás cercos,
retirarás la piedra,
colocando el material puro
al servicio del amor.
Albañil,
viaja y revisa tu obra
por entre los andamios
que la belleza te regala.
Pinta,
esculpe como el artista
que se da tiempo
y modela en el barro
porque abrirás un inmenso espacio
en mi carne y mi alma,
donde pondrás los cimientos
de la edificación más fuerte
y más hermosa
que has de levantar.
Esa obra sublime
por la que estás llamado
a trascender la carne y el concreto
creando una nueva inteligencia y alma.
Albañil,
no puedo dejar de pensar en ti,
tú me das la fuerza,
me sacas las lágrimas de los ojos.
Róbame,
llévame por entre los árboles
en fuga hacia tu universo.
Edifícame,
conviérteme en tu morada.
Un lugar donde te repliegues
cuando ataque un enemigo,
donde esté tu comida y tu descanso.
Soy tu árbol,
tu materia prima.
Tálame, púleme
y construye conmigo tu casa.
Una casa simple,
luminosa,
llena de color,
música y nuestros detalles.
Dame la vida que solo tú sabes,
dejando que,
aún así,
fluya mi savia
y renueve cada día mi espíritu,
dejando yo que tu esencia
se renueve conmigo también.
Albañil,
vuélvete y mira tu casa,
dime si ya está apta para tu vida.
Tu casa ha de ser bella y pura.
Un lugar donde guardes
tu oficio de artista
un lugar donde aflore
tu oficio de artista.
Albañil,
me siento tan pequeña ante tu magia
y al mismo tiempo
tu amor me hace la más grande.
Todo gracias a ti.
Albañil,
tú eres mi fruto,
aquel que he tomado del árbol permitido
para gozar de su madurez y frescura.
Tú eres mi savia y mi madera,
mis árboles y las laderas del monte
por donde transitan mis ilusiones.
Camina mi mente acariciando el pasto
y los colores de mi alrededor
y en todos ellos te veo como si,
confabulados en tu favor,
dibujaran tus ojos y tus sonrisas.
Las hojas de nuestros árboles
no llegarán a sentir el otoño,
pues solo puede haber primaveras
y sol cerca de los dos.
Albañil,
las nubes blancas y alegres
son tu escenario.
Aquel por donde paseas
tus grandes anhelos
y donde descubres que existe
un nuevo aire para respirar
y redimir todo dolor.
Albañil las nubes
me traen tu olor
y me lo lloran encima emocionadas,
humectando mi piel
con los sudores
que han recogido de tu ser
y que se asemejan a la lluvia
pura y clara
de una selva impoluta y virginal.
Albañil,
hoy he deseado cantarle a tu voz
que me eleva por el aire
y me hace perder la noción
de las angustias que me acosan.
El único que me saca
de mis estados de letargo
y construye para mí
un habitáculo rosado
lleno de amor y color.
Este poema es tuyo,
porque has sido el inspirador.
Con solo mirarte,
¿quién dejaría de escribir un poema?
Albañil,
eres la casa,
la mansión,
la arena y la piedra,
la sombra y el calor,
el alero que protege,
la cuna que mece,
el abrazo que ama,
el sol que encandila,
la luna que ensombrece,
la luz que activa,
la oscuridad que adormece.
Mi cielo y mi nube,
mi sol y mi lluvia,
eres todos los seres de la tierra,
todo el verdor.
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