Dedicado a las víctimas mortales de este violento México:
mujeres,
periodistas,
jóvenes,
todos.
Sí, es cierto, es una verdad que lástima
hay personas, muchas, como hierba.
No verde, café, seca, hoja muerta.
Este siglo violento nos regala el rojo,
nos arrebata lo humano
nos concede la normalidad
nos despoja de la indignación
se lleva sin recelos el amor.
Se nos quita algo más que una vida
¡Es lo humano carajo!
No el otro, no la persona, la humanidad.
La condición del tronco que muere
sin agua, sin sol, sin tierra.
Nosotros ya vivimos sin nada
y es la nada la conformidad, lo mediocre.
Indolentes en el vacío, que no es tal
porque está lleno de algo que no es nada
sino que de injusticia y de sangre, rebosa.
Nada somos nosotros, sin grito,
sin asombro, ni enojo,
sin lágrima de rabia, ni voz de exigencia.
Sin canto de alegría y oda a la muerte.
Ya no existe lo biológico,
el último esténtor en la tranquilidad,
una cama y la almohada, la compañía,
lo natural, la paz, cerrar ojos, irnos.
Ya no existe, porque uno se va
más temprano que tarde,
contra voluntad propia, uno se retira
lleno de sangre.
Y se va con el dolor de los cercanos
y la indiferencia de los otros
que también pudieron ser próximos
del occiso o indignos merecedores
de la sangre bajo el sol, la luna,
sobre el pavimento.
Aquí todos somos víctimas,
pero no lo entendemos o no queremos entender.
A mí la muerte me duele,
me duele en las manos que tiemblan de rabia
me duele en la garganta que ahoga en el grito
me duele en los ojos que liberan el llanto.
Me duele el inocente que cae herido,
el que se va sin despedirse,
el que se fue gritando verdades
la que se fue por ser la
el que no llegó a la adolescencia,
el que se fue por buscar al que se fue
A mí me duele la mesa vacía,
el café que no volverá a tomar,
la cama en la que ya no dormirá,
el hijo que ya no abrazará,
el beso que ya no dará.
A mí me duele mucho,
me duele en todo el cuerpo
y me duele en los ojos
que lloran estas muertes
que no deberían, pero son.
Y me duele el alma que no estén
aunque no te conozca,
debes saber que no te debiste ir,
y que no te fuiste del todo
y por mi voz, aquí está un poquito de ti.
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