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Borrón y cuenta nueva

Esas manchas que se adhieren a la piel como usanza al anuario me recuerdan a los sueños mal curados. Son heridas que deciden hacer nido, se confunden con lunares y pensamos que decoran con belleza un cuerpo débil avezado desde siempre a lo pactado. No preguntan, se acomodan. Con su aliento van pudriendo lo que antes fue inocencia, ¿qué más da lo que tú sientas? ¿Qué me importa si te duele? Gritan alto. Con su tono amenazante hacen sombras en los labios y amordazan el hartazgo y su sentencia.
Si me esfuerzo en corregirlas, en llamarlas sufrimiento, ellas mismas se bautizan en la artesa de la excusa, del delirio, de lo insano con el mote que hace años resonaban en las bocas que hoy no hablan, porque dicen: ya está todo más que hablado.

No, perdona.
Tanto tiempo silenciada, tanto musgo acumulado en mi pellejo, me llenó la piel de cortes. Con el viento de mi lado, me reafirmo en las palabras que acabaron siendo charco de mi sangre. Se ha borrado todo rastro de la culpa que esa mácula dejó y sin gritos ni reproches te contesto: eres plaga, eres peste, eres malo.
Con el viento de mi lado, me desprendo del borrón y cuenta nueva. Ya soy libre de tu huella putrefacta. Soy mi antídoto. Me he curado.
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En mi cielo no hay senderos

He dejado de esconderme,
de limpiar la madriguera con aceite que resbala
y no da brillo.
Toca abrir bien las ventanas
y dejar que el aire fresco
entre libre removiendo el polvo antiguo, telarañas,
sangre seca que recuerda los fracasos.

Sé que existen más allá de las heridas
otras lenguas con saliva
que no quema cuando lamen,
que son bálsamo.
He dejado de culparme y fustigarme
con la cuerda que me ataba
a ese punto sin retorno que, decían,
era herencia y testimonio de mi vida.

Entra el aire.
Me despeina la melena, la sonrisa, la mirada…
Ya no soy a la costumbre mujer rota,
la que deja que sean otros
los que vayan por delante con su paso,
decidiendo el camino que recorren mis pisadas.

Vuelo alto…
En mi cielo no hay senderos,
solo aire.
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Confesión número dos

Esa inquietud
aferrada en el centro del pecho
no para de ladrar,
como si tuviera un hambre constante,
incluso, después de devorarme.

Hago bolitas de pan y de hueso,
extiendo señuelos de carne
a mi alrededor —debajo de las flores—
para despistar a la gazuza.

Más allá del hambre,
de mis tripas impolutas,
dejaré de ser el alimento.
Entonces,
extenderé las manos
con las palmas hacia arriba
como signo de descanso.
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Confesión número uno

A lo largo de los años,
camuflar en mis estrías y lunares
los recelos, aprensiones,
las alarmas y el espanto
que he ido acumulando,
me ha servido como letargo
pero no como vendaje.

Si la amenaza de huida constante
que altera el rumbo de mis pasos
viniera de mis versos,
tendría que domar mi conciencia
una vez que el dolor
se desprenda del poema.

Calmar el temblor es complicado
bajo un cielo colmado de viento
que siempre amenaza tormenta.
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No me atrevo a sonreír

Cuando cae la lluvia...
Cuando cae la lluvia por el rostro,
queda al descubierto mi piel, aún intacta
—sin caricias,
sin latidos que delaten otros tiempos—.

El orvallo que resbala por mi rostro
se camufla y se convierte en un espejo.
Me seduce, me dice que soy frágil
si me asomo y le pido explicaciones.
Esa es la razón —y el pretexto—
por la que me afano en cultivar heridas y cielo
detrás de los párpados,
con la desidia aferrada a la lengua.

Es por eso,
que sabe a musgo mi infancia.
Esa es la causa, de que un leve temblor
en las acacias, me asuste
y me marchite frente al miedo.
Quizás, por eso...
no me atrevo a sonreír.
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14comentarios 188 lecturas versolibre karma: 128

El viento de Neruda

Nuestras voces volverán a unirse.
Volverán a ser alianza de palabras
con versos llenos de viento y de estrellas
y no con la distancia de la noche fría,
de esta frontera de sombras que nos limita.

Si alguna vez mi boca y la tuya
hablan de perderse entre nostalgias,
brumas y demás letargos,
te prometo que nada más será un instante,
solo será un momento de clausura.

Nuestras voces volverán a unirse.
Tomaremos prestado el viento de Neruda
para que nuestras bocas se alcancen...
Y, de ese precioso sueño,
de ese temblor de nuestros labios,
nacerá la poesía.
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Ya no quiero imaginarte (@_Sejmet_ & @Verín)

Ya no quiero imaginarte
recorriendo los rincones de mi cuarto,
ordenando en los armarios esta historia
que escribimos a dos manos en el aire.

Ya no quiero imaginarte
abrazando con tu luz las soledades
que las horas han guardado en mis pupilas
y los días posan sobre el calendario.

Te imagino
dando lustre a las flores del jardín,
esparciendo por el cielo un nuevo azul
cada albor que interrumpa
el mismo sueño.

Te imagino
decorando con sonrisas el salón,
descorriendo la nostalgia de una vez
y besando cada uno de mis miedos.

He engañado a la memoria con futuros
de ornamento en la pared
porque temo enfrentarme a la verdad.
Te marchaste, ya hace tiempo,
y aún te guardo en mi bolsillo.
¿Dónde escondo los latidos del reloj?

Voy tejiendo los momentos que mi mente
ha dibujado,
escuchándote en las notas de un violín.
Cada vez que te imagino siento un nudo aquí, en el pecho,
presintiendo que muy pronto volverás…
y hoy me tiemblan en las manos los diez dedos
y me baila de contento el corazón.

Cuánto ruido hacen los versos
que te esperan...
Cuánta prisa se apresura
por mis venas...



("Ya no quiero imaginarte" se está convirtiendo en canción gracias a la música de @eimosfromfield y la voz de nuestro querido @TuroCarballo. En este enlace podéis ver el primer ensayo en nuestro canal de YouTube, Poe&cíA: youtu.be/FRpKkFzigjU . Esperamos que os guste... )
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Voy a imaginarte

Voy a imaginarte, igual que se siente la brisa en las noches de verano. Cerraré los ojos conteniendo en las pestañas el aliento de tus labios, el sabor que te pongo cuando sonríes y dejas al silencio ensimismado o estas ganas locas de amarte que se aferran a mis muslos.

Cerrar los ojos... y verte. Y no poder pensar en otra cosa que salir corriendo y buscarte y respirarte despacio y llenarme de brisa, y… amarte. Amarte siempre.
Debo hacerlo, amor. Debo, de alguna manera, hacerte visible en mi boca; llamarte a viva voz matando el ensueño y volverte real entre mis manos para no soltarte nunca.

Todas las noches huelen a junio salpicado de estrellas, a tus dedos deslizando hacia abajo el tirante de mi vestido. Huelen a besos, a tu ombligo junto al mío. A veces, saben a julio vestido de serpentinas, a miradas en la terraza mientras se pone el sol o al calor que aparece de pronto y me recuerda a ti. ¿Sería una locura pensar que, cada noche, agosto me abraza entre maizales y espigas? ¿Que me toca el vientre con estelas de espuma acariciándome igual que tu lengua? Seguro que sí...
Entonces, la realidad llega de la mano de septiembre para ponerme en mi sitio y decirme que todo es un sueño y que estamos en abril.

Voy a seguir imaginando que ya no te imagino; que de tanto pensarte, ya estás aquí. Que el mundo se para, que eres real... que estás conmigo.
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El idioma de las flores

"Si hay algo que una flor no puede permitirse es perder el tiempo.
En el jarrón o en el parque de la ciudad, hace señales de auxilio con su belleza."

El país de los pájaros que duermen en el aire”

Mónica Fernández-Aceytuno.


El color blanco me da miedo
si pretende, entre las nubes,
derramarse sobre mi frente.
Si ese deseo llegara a cumplirse,
moriría en un campo desierto
implorando con los ojos primaveras
que siempre están por venir.

Hago del entusiasmo un nido
acotando el vuelo al pensamiento
más allá del horizonte,
porque allí ─me han dicho─
la distancia lo hace viento;
y el viento, siempre olvida.
«Recuerdos... florecéis conmigo.»

Estas ramas protectoras
que limitan mi memoria por el aire
sirven, también, para el descanso
de mi mirada cosida al espanto,
que solo entiende la vida
cuando habla el idioma de las flores.
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Aire, cenizas y silencio

«Explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome»
Alejandra Pizarnik.


El verso que revela el fango
se aferra a mis manos
como último deseo de vida.
¿Es el vacío otra forma de morir?
—Escriben mis poemas.

Solo recuerdan de mí
las retamas en mi boca floreciendo
y un centenar de estrellas
esparcidas con desorden
que soñaban con volver al universo.

¿Quién era yo entonces?
¿Lo recuerdan?
¿Entenderán con esta ausencia
de palabras lo que siento?

Dejo sembrados en mis manos:
aire, cenizas y silencio
como respuesta a la luz,
antes de que la poesía descubra
que todo adquiere en mis manos
el tacto adusto del invierno.
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Hay mañanas de invierno que nunca se olvidan

Hay mañanas de invierno
que nunca se olvidan.
Se escucha su algazara triste
sonando en el viento,
sus voces se posan sobre mi pecho
y son tantas y tan fuertes
que me cuesta respirar.

De ese frío recuerdo un temblor.
Su sombra, cosida a un temblor
y el amor
en posición de defensa
anhelando florecer.

La primavera prometió venir
y llover sobre mi boca.
¿Puedo quedarme callada?
Completamente callada.
Imagina que estoy hibernando,
recogiendo sueños,
dándoles calor…
Como si mi silencio
diera fruto a la belleza.
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Si me bastara...

Si me bastara tan solo una noche
para entender por qué mi voz titila
en los párpados sellados
cuando todo está aturdido
ya desde el alba,
hallaría la forma de elevar
el temblor de mis palabras
desde mi retina
hacia esas respuestas oscuras
que guarda la noche.
Tan solo esa noche...

¿Y si es ahora?
¿Y si esa noche llegara?
—Me pregunto.
Si es ahora...
ahora, que el sol ya se hundió
entre mis huesos,
dejaré un resplandor en el aire
—como balsa de aceite—
y volver así a prender la almenara
olvidada en mi garganta.

«Ya tengo abiertos los ojos...
Dile a la noche que venga».

Mientras tanto,
cimbreo los brazos del sol
alrededor de mi espalda
y espero despierta el regreso
del susurro que me falta.
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Quiero ser contigo (@_Sejmet_ y @Verín)

¿Qué eras, nostalgia? ¿Otro nombre dado al vacío? ¿Soledad? ¿Lo peor de mí?
Lo he olvidado, ¿acaso importa? Lo que vale y me eleva dos palmos por encima de las nubes es saber que la luz sigue encendida en mi pecho, justo eso. Eso justo anhelaba y lo he encontrado en la voz de un nuevo día despertándome del sueño.
Llegaste. Tan elegante… seduciendo con tu aroma de vida recién hecha y luciendo carmín en los labios del color de la poesía. Eras tú tan igual a los sueños… ¿Cómo no reconocerte en las plumas del ocaso que se funden con el vuelo de un poema? Sí, tú, suspiro de esperanza que no cabe en los pulmones (de quien milagros no espera). Espanto de nubes, tropel colorido volante en mi vientre, melodía continua, sonrisa permanente llamando a mi puerta. Es así, de esta manera tan perfecta, tan tuya, como desatas de la quimera los hilos que sujetan mis latidos a los puños. Ya son libres de posarse donde quieran, ya era hora que eligieran de destino el paraíso sembrado de luces que albergan tus manos.
Quiero ser contigo. Pero no me refiero a ser la mitad de un todo, parte, trozo, resto indefenso en tu ausencia. No. Hablo más bien de añadir más vida a nuestras vidas restando los miedos, sumando caricias, poniendo más tonos, más dedos, más brazos, más piernas, más lenguas… saliva.
Más...
Ser núcleo, temblor consentido, epicentro, gemido en mi boca entreabierta, calor enredado en tus muslos. Ser. De esta manera y de aquella y de otra diferente. De todas las posibles que halle una imaginación compartida como la nuestra. Quiero ser contigo otra existencia más allá de la mía. Una flor de las dos flores que decoran la maceta perfecta. La sombra que abraza a la sombra que forma la noche.
Nos queda el milagro en los ojos que imaginan y tocan y sienten. Queda el amor floreciendo en poemas escritos por manos que sueñan. Queda mi voz en tu boca llamándote Amor. Y por delante, un camino despierto y abierto ante ti, ante mí, para siempre.

(¡Ah! Una cosita... Muy pronto @TuroCarballo, nos prestará su voz y su guitarra para seguir haciendo magia con Quiero ser contigo)
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33comentarios 504 lecturas colaboracion karma: 106

No cesará la lluvia

Los días velados de lluvia
traen colores impregnados
que se mezclan en mis manos.
El preludio del tacto se avecina,
hace nido en los almendros
y presiento del cielo el temblor
palpitando en nuestras bocas.

Dejo la mirada distraída
escuchando el aguacero
deslizarse por los campos,
pintando senderos de arcilla
que me llevan a tu lado.

Me disuelvo silenciosa
en las raíces del allozo
─mi manera de abrazarte─.
Los colores se despiertan
más brillantes y más vivos.
No cesará la lluvia...
pero, al menos, el invierno,
ha dejado de asustarme.
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Descalza sobre la nieve

Elegí la manera de mostrar
lo que soy ante el mundo;
con la piel erizada
y un suspiro en cada mano
─mi tisana contra el frío─.

Me hago añicos en el aire
con la firme intención
de caer sobre unas manos
que deshojen con viveza
la cellisca del invierno,
de este invierno perpetuo
cayendo sobre las huellas,
sobre la linde que separa
el desaliento de la entereza.

Me entrego con vehemencia
al abrazo, al calor duradero
que provoque
el deshielo o la avalancha,
sin aterir mis pasos
mientras camino descalza
sobre la nieve.
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19comentarios 1132 lecturas versolibre karma: 107

Que arda la piel

Retirar la cota de malla
que custodia mi cuerpo
seducida por las formas
o la voz de un espejismo,
es beber una botella de ojén
de golpe y sin vaso.
Un arrojo que abrasa el paladar,
el corazón, el vientre...
y se eleva al infinito.

Llegué al umbral del horizonte
con más peso de la cuenta,
con hambre de versos
y sed de autoestima.
Supo la brisa avivar la pira
cansada, prendida en mi pecho
que, a duras penas, ardía.

Ahora completa y desnuda,
la espiral de vida que gira
y crece en el centro,
-donde guardo el derrumbe
y la grandeza-,
me incita a beber de su boca
una amalgama perfecta
de asombro y paciencia.

¡Qué importa que arda la piel
si es la vida quien te quema!
Voy a vencer el miedo
y apurarlo hasta la última gota.
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15comentarios 195 lecturas versolibre karma: 104

Todos mis atardeceres

Ahora que la tarde decora las montañas
con ribetes del color de la nostalgia,
me siento a esperar en silencio
con la mirada volando hacia tus labios.

Es diferente el amor callado,
delicado al tacto, al suspiro
y nada es digno de mencionarlo
y nada evita que te sienta aquí,
cada vez que respiro,
en mi costado.

Tu voz lejana — ¿soñada, tal vez? —,
despidiéndose del sol, de las palabras;
un vuelo de plumas malvas
en la bóveda celeste que sostiene
la mirada del silencio,
mi mirada...
¡Te beso tantas veces!
Tantas como el batir de tus alas,
tan suave y dulce como el rumor púrpura
de todos mis atardeceres.
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11comentarios 213 lecturas versolibre karma: 90

Romper el silencio contigo

Ven conmigo a ciegas,
con las manos extendidas...
Hay un camino precioso
repleto de flores bordadas,
de hojas doradas, besando
cada uno de nuestros pasos.

Quiero que lo veas;
que comiences el paseo
silenciosa, rodeando mi cintura,
pintando de escarlata
el lazo de un temblor, que une
mi corazón a tus caricias.

No hacen falta palabras,
en lugar de la voz
hay un ábaco de estrellas.
Deslizaremos los deseos,
los destellos por el cielo
uno a uno, con la yema
de los dedos.

Rozar la poesía a tu lado
con el pecho al descubierto;
es el sonido que busco,
el instante perfecto.
La timidez del soplo
adentrándose en mi oído...
quiero sentirme libre
y romper el silencio contigo.
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29comentarios 484 lecturas versolibre karma: 96

Un atardecer pendiente

Pienso en el fragor del bosque
para hacer volar a los pájaros
y decorar el cielo desnudo...
Un manantial alado y celeste,
de plumas irisadas;
cobijo del vuelo del sueño,
rivera de nubes, tranquila
y blanca como la amnesia.

Hay un atardecer pendiente
en algún lugar no muy lejano,
y tiene el sabor de tu nombre
despidiéndose en la boca.
Un atardecer que emigra
anaranjado y vaporoso,
lleno de paseos a ninguna parte,
de lágrimas púrpuras resecas
y de intentos fallidos
que apuntalan la memoria.

Vuelan los pájaros, del cielo
hasta mi pecho enjaulado
y lo llenan de suspiros.
Bebo el sonido del bosque,
del atardecer con tu nombre,
con tu boca besando mi boca
que siempre, siempre...
me sabe a olvido.
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12comentarios 294 lecturas versolibre karma: 89

Y, también, la bailo

Canta el nogal
la canción del abandono
y, también, la baila.
Parece un gigante
en un escenario tardío
donde ya no queda nadie,
ni siquiera el tiempo.

Estira sus ramas viejas
como queriendo abarcarlo todo,
quizá, solo busque otras ramas
o puede que busque ser viento
pero esa danza es poderosa,
hipnotiza con su ritmo
y, al final, bailamos todos.

¿Qué hace llorando sus nueces
si no es tiempo de cosecha?
-Espera... ¿Llegó el otoño?-
¿Por qué sufre por el alimento
si consigue
quitar el hambre a la tristeza?
Debería llorar las hojas...
al fin y al cabo,
siempre
se las lleva el viento.

Cada nuez contra el suelo
es un grito no escrito, maldito.
Cada hoja en el árbol
un te quiero no dicho, una caricia,
un adiós en los labios
que no se dice, que se calla
y ya no existe.

Canto junto al nogal
la canción del abandono...
Y, también, la bailo.
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4comentarios 137 lecturas versolibre karma: 88