Abandonada tu tierra, encontrado
tu infierno, al fin y al cabo
mi infierno, que se halla
en la calle europea de esponjosa
baldosa.
¿Qué Bosco te trajo, Aisha,
a estas oscuras laderas de cemento
y te abandonó? ¿Qué mafias
te prometieron el paraíso en las entrañas
del abismo cristalino?
Ahora estás sola, rodeada de gente
extraña, de máscaras ajenas.
Supura el alcantarillado de palabrería
vana, vomitada lentamente
desde la comisura del labio de algún ladrón
trajeado. Llora la farola que contempla
la jeringa clavada en la piel marchita.
El Sol no mira, la Luna calla,
azulada la Aurora y el Crepúsculo
sospechando tras cada esquina.
Ya el niño extiende su mano arrugada
y agarra la tumba desde la cuna.
Lágrimas de gato, sonata pálida,
sombra y palabra olvidadas, impío
sonar de asfalto y neumático,
gloria ajena, éxitos pasados,
ambos malversados, marchitos.
A Europa la raptó un toro blanco.
Europa a ti te ha apresado
entre sus omoplatos descoloridos.
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