El viento arrastra
las últimas hojas
del recuerdo.
La ciudad aún duerme
en estas primeras horas.
Pronto despertará
con la luz del amanecer.
Mientras tanto, el tiempo se dilata
y me adentro,
insomne,
en el sabor de tus besos,
en el doloroso placer
de aquellos últimos besos
con los que cerraba todas las puertas,
anticipándome
a una despedida
inevitable,
deseada por inevitable,
doliente,
serena,
todavía sin lágrimas.
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