Me aburres, poeta, me decía la santísima poesía
con el cigarrillo de después entre los dedos,
escribes muy bien, Santos, no lo puedo negar,
ya te habrán dicho más de una vez que escribes como los ángeles,
te pones encima de mí y me haces el amor,
y te pongo cara de boba
cuando susurras bellas expresiones
de luna de miel que ya nadie usa,
cuando me hablas de la vida y de la muerte,
del amor, de la eternidad, de envejecer juntos,
y me da mucho gusto todo eso.
Me llamaste y he venido otra vez,
aquí me tienes, desnuda,
entre páginas blancas de seda,
pero me canso de estar debajo de ti,
de tus todavía pueriles ganas
de cambiar el mundo,
de tus lágrimas asépticas,
de que me llames musa,
del poder de la pura palabra y esos espejismos,
porque no abres los ojos,
no tienes ni pajolera idea
de lo que pasa a tu alrededor,
como muchos poetas, no eres real,
no me despiertas como un cuchillo,
y hasta San Pablo Neruda iba con un cuchillo
verde por las calles
gritándoles al oído a las monjas.
Estoy cansada de tu estilo,
de tu monocorde solo de bebop para saxo
que no se ríe de las normas,
de tus predecibles duros poemas
en postura del misionero,
de esta partida de cartas románticas
sobre la cama,
de tanta sota, caballo y rey.
Quiero que seas brutalmente sincero
conmigo, y contigo,
delante de todo el pueblo y para el pueblo,
quiero que me des una vuelta
de hoja, que me lo hagas por detrás, y de lado,
y de pie, y de rodillas,
que termines derramando tu mala leche
en mi cara sonriente
de mimada reina de los premios de poesía
concertados.
Estoy cansada, repito,
de tu Poesía Postura Misionero,
quiero que termines de una jodida vez
lo que has venido a hacer conmigo,
como sólo aquellos elegidos
que conocen su verdadera misión en el mundo
saben beneficiarse a la vida y a la muerte
libres de toda impostura,
sin tocar y retocar tanto
la misma parte del poema,
el mismo poema
de la misma forma, hecho así, cientos,
miles de veces,
el mismo poema.
Y entonces, y sólo entonces, poeta,
tendré un brillo especial en la mirada
cuando me llames
Amor.
[Abel Santos, de 'Huelga Decir', 64 poemas
sobre una crisis, Boria Ediciones 2019]
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